¿Y qué culpa tengo yo? dijo enfadada la lagartija cuando le contaron acerca de aquel otrora mal, que por des fortuna nos persigue hasta ahora, al rato yo y los demás escuchabamos con atención como la lagartija daba termino a su locución.

Qué la madre sea más rica, hermosa, bonita o preciosa qué la hija no es de mi incumbencia, no me echen la culpa del problema.

Después de aquellas palabras la lagartija volvió a su hogar echando espuma por la boca. ¡Pero que desagradable! murmuro entre dientes la audiencia, como si su arrebato fuera a servir, ella siempre será a la que apuntarán con el dedo cuando haya una madre más agraciada que su hija.