“Se sabe que su nieto ha regresado a la ciudad: ¿Va a reunirse con él?”
La periodista obtuvo un imprevisto silencio. La mujer a la que interrogó mudó el rostro, tembló y a punto estuvo de caerse…
Rápidamente los organizadores del acto la sostuvieron, cancelaron la comparecencia ante la prensa y dieron por finalizada la inauguración.
Recobró cierta tranquilidad tumbada en una de las camillas que pertenecían a la dotación clínica del “Polideportivo para atletas sin recursos” a cuya inauguración asistía durante la fría mañana de enero, a esas horas, tarde ya. Los médicos habían considerado innecesario trasladarla a hospital alguno y pronto se dispondría todo para que regresara a su casa.
Para La Señora, como era conocida en gran parte del estado, tras haber vivido justamente noventa años, todo se desmoronó. Caían los naipes de su presente como llueve del cielo la mano derrotada que se arrojó al aire después del órdago fallido. En cada una de las cartas pudo ver un episodio de su existencia: los días de plenitud en la masía levantina durante los que vivió como siempre lo deseara acompañada de su familia; el pavoroso incendio de la finca en la que perecieron sus padres, su hija, el marido de ella y varios de los empleados; los años de demencia, sola, voluntariamente abandona por las calles, viviendo como una pordiosera, y el azar, o la mano de Dios que aprieta pero no ahoga: responsable de avecinarla con aquel maletín lleno de dinero extraviado por vaya usted a saber quién y del periodo de reinserción que culminaba en este día como benefactora de tantos necesitados.
Pensó en lo indeseable, en el nunca jamás del miedo que se presenta sin ser invocado, la escoria de quien acababa de saber, tal vez de nuevo en su vida para acabar lo que con el fuego, aquella vez no pudo.
La policía no encontró indicios que le incriminaran, sus coartadas eran muy sólidas y a ella no la creyeron…
“Les juro que fue él. Mi nieto vino a pedirme dinero, mucho dinero, para enderezar el rumbo de sus negocios y, de acuerdo con todos, se lo negué. Demasiado sabíamos que no se dedicaba a nada bueno... Luego, el verano, los incendios forestales, las llamas de improviso, por la noche, aunque dijeron que el frente que nos amenazaba estaba controlado…”
Desestimaron su versión a pesar de que los bomberos llegaran a tiempo de sacarla de entre los escombros de la casa. De algún modo perdió la vida en aquel episodio y el monstruo al que dieron techo se apoderó de lo poco o mucho que tenían. Vendió los terrenos e hizo valer las “amistades” atesoradas para recomprarlos cuando se inició un periodo de reurbanizaciones sobre suelo calcinado para desaparecer de inmediato. Ella, a consecuencia de lo sucedido, vagó durante años, durmiendo entre cartones, sucia, apaleada, enferma, pidiendo la voluntad a la puerta de las iglesias. Contraria a las costumbres, frágil, asilvestrada. Compitiendo con otros por un pedazo de miseria. Nómada urbana. Sin derechos, sin otra obligación que la de sobrevivir. Apurando la basura ajena. A menudo llorando sin motivo razonable aunque con todas las razones del mundo para llorar. A veces huraña, insensible. A veces sin memoria. Construyendo su pasado de nuevo con cada día.
Pensaba en todo eso cuando escuchó una voz que bien hubiera podido tener los efectos del estoque para descabellar a las reses en el caso de que le hubiera llegado la hora…
“Sé en lo que piensas abuela. Pero has hecho muy mal al prescindir de mí en los actos que te consagran socialmente”
La mujer se revolvió intentando enfrentar sus ojos con los de su nieto- “Sí, es él”- pero a causa de las pocas fuerzas que tenía apenas si pudo realizar un par de desordenadas acometidas hacia los lados que quedaron en nada…
“No te esfuerces, no te alteres. Debes descansar. Enseguida regresan los médicos. Les he pedido que me dejaran a solas contigo unos minutos para poder explicártelo todo… Simplemente te necesito. Tras el accidentado incendio, ¿recuerdas?, hube de pagar. Primero con mi propia sangre, los intereses que debía. Después con vuestro dinero, el que me negasteis, el efectivo que me reclamaban. Pero, ¿te lo puedes creer?, después de tanto tiempo la justicia me persigue, se empeña en lograr lo que los otros no consiguieron intentando partirme las piernas. Pero nada importante, de eso estoy seguro, si testificas a mi favor. Al fin y al cabo, hoy por ti, mañana por mí. Fui yo quien forzó al azar en forma de maletín repleto de dinero, yo quien ha puesto en tu camino al campeón que accedió a realizar un acto solidario en estas instalaciones, en la cancha que ha de ser nuevo templo internacional del tenis- tal vez aún hoy no, pero pronto, en especial de cara al circuito de grandes eventos solidarios del Globo- que recibirá a partir de mañana a figuras como Nadal, Federer, Djokovic, Murray, primeros cabezas de serie en todos los torneos…”
Entonces, él se había movido, fue cuando logró ver el rostro de su nieto…
- ¡¡Alto, detente!!
- Alto, detente... Deténgase, mejor dicho. Creo que puedo hacerme una idea general. ¿Un final y tres alternativos?
Legendario por muchas cosas, también era de leyenda su forma de interrumpir y cuando lo hacía a la hora de admitir o no la totalidad de una historia. Cómodamente sentado en su butaca, ni tan joven ni tan viejo para morir- ni tan viejo ni tan joven para casi cualquier cosa- se dedicaba, en exclusiva, a los negocios: convertir la nada en oro. Atrás quedaron sus días de gloria en el cine, los premios, las multitudes entregadas en foros y alfombras, los estrenos, las conferencias…
- Claro.
- Bien. Se realizará un estudio de mercado para conocer las preferencias del público de televisión y determinar cómo debe finalizar la película.
- Tomo nota. ¿Otra particular?
- El guionista que sea americano. Y al autor del relato se le retribuirá según tarifa para cine de bajo presupuesto.
- Serie “b”, of course.
- El director será designado en futuras reuniones. Que se contrate a los artistas de siempre, a los que salen en todas las comedias y melodramas.
- Perfectamente. Original y tres copias…
- Retírese, buenos días.
- Buenos días.
Al cerrarse la puerta tras el hombre que habló en último lugar, sobre la misma, mediante un cartel se daba aviso de lo que se podría encontrar al superar el umbral: Estudios de Sentimental Televisión, Presidente. |