de las cosas que más disfruto
de los pasadizos de los amantes
es ese secretismo del amor,
esperado o confabulado
que nace quizás del natural pudor
de sentirnos desnudos
más allá de la corteza de la piel
que de a poco va perdiendo certeza;

porque el amor es también esa ronda
de sentirse inmortal y frágil
infinito entre tanta muerte,
disminuido entre tanta amorosa eternidad;

me encantan esas discretas sutilezas
que los enamorados del mundo
han de haberse dedicado
desde las primeras piedras,
desde los primeros fuegos
y aun antes de que supieran
que esa cosa que parecía
condenarlos y enaltecerlos
se llamaba tiempo,
-en ellos, incluso secretamente-
se llamaba vida.

j. u.

-secretos