Los viejos amantes se conocen bien…
nunca pudieron dejarse.
Ocultos por los años,
velados en rutinas interminables,
de mentiras blancas grises,
de aceptación y culpa,
de ternura escondida,
de caricias y miradas contenidas,
en lugares anexos jamás vistosos,
tras el grillete de la apariencia,
reencontrándose en rincones alejados,
de atmosferas pasajeras,
desviando el escrutinio… viviendo en residuos cotidianos,
porque son amantes de lo irreal,
vestigios de la promesa extinta,
porque los amantes no supieron dejarse,
están trisados,
desgarrados y con todo atraídos por viejos fantasmas,
viejas lagrimas,
viejos compromisos truncos.
Así van y vienen,
en siclo adictivo,
del dolor jamás extinguido,
del placer en una lejanía secreta,
cómplices de su antiguo hermoso error.
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