Dejadme ampararte
Antes de que el frío y el dolor sean inevitables,
Devolvedme el regocijo de la vida
Sobre la abstracción de un mar en primavera,
Escondiendo éste,
El secreto de los diamantes en sus profundidades.
Destruirme la inercia del desenfado
Y dejadla temerosa,
Bajo la jaula que cerca estas humildes líneas.
Ornamentadme las miserias
Que como harapos me cuelgan,
Afiebradme las mejillas
Con un amor que me haga vibrar entre las estrellas.
Dolerme en las horas de los días,
En los soles prematuros
y en los niños abandonados por las nodrizas.
Abreviarme el tiempo que me ha de quedar
A cambio de vos y tus cosquillas en las letanías de mis carnes consternadas,
Consternadas por el devenir de tus manos
y los laberintos que abres y cierras en mi,
¡Oh, precursor de alegrías,
Has cambiado la vida misma!
¿Qué has de sentir en mi ausencia?
¿Te preguntarás por mis retardos?,
Aquéllos milenarios,
Y acaso en tu semblante la sorpresa se dibujará,
Te interrogarás,
¿Sobre la comezón que me producen las palabras,
Exhaladas con gratitud,
de tus armoniosos labios?
Decírmelo ahora, amor que me habitas,
¿Te preguntarás, verdad?,
¿Me amarrarás como un barco a tu orilla,
O en cambio, optarás por el naufragio
Para darle contorno a nuestras despedidas?
¡Decidme, decidme!
O cómete los labios,
Muérete de frío y de cansancio,
Amor que me habitas,
Haz de irte
O serás basura revuelta en el excusado,
donde las glorias se subliman a mis pecados.
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