Desafío para valientes
Ama de casa
Oficina
Tragedia
Marta es feliz; tiene todo lo que desea: marido, hijos, una hermosa casa, mascota y vacaciones durante quince días al año en compañía de su familia.
La vida le resulta apacible; las tareas de ama de casa la reconfortan. Siempre soñó con ocuparse del hogar y el cuidado de los niños ¿qué más puede pedir? se dice mientras sube al auto para ir a buscar a su esposo.
Durante el trayecto repasa mentalmente la cena que va a preparar por la noche. De regreso pasará a retirar el traje gris de la tintorería.
Piensa en lo agradable que será tomar un relajante baño de burbujas antes de acostarse.
Estaciona cerca de las oficinas y espera unos instantes.
Hoy su esposo se está demorando. Le envía un mensaje pero no recibe contestación. Pasan algunos minutos más sin novedad.
Marta decide bajar del vehículo y caminar rumbo al edificio. El portero, que la reconoce enseguida, la saluda con un gesto. Ella ingresa al ascensor y abre la puerta al llegar al octavo piso.
La oficina de su marido es la primera a la derecha. Se dirige hacia allí con andar resuelto. Apenas entra, su intuición le dice que algo no está bien.
Ricardo no está. Tampoco el portafolios ni el sobretodo azul que se puso antes de salir por la mañana. Lo llama al celular; parece apagado. Luego va a las oficinas contiguas para preguntar si lo han visto. Todos la miran extrañados.
Se le ocurre que pueden haberse cruzado; tal vez él bajaba mientras ella subía. Vuelve al auto con la esperanza de hallarlo allí. Pero no, no está. ¿Dónde podrá estar? Espera un momento y regresa. En el pasillo una de las secretarias la observa a hurtadillas. Intenta ignorarla pero su mente desconfía de la mujer y sin darse cuenta elabora varias teorías acerca de los posibles motivos de esa mirada. Las sospechas la ahogan; los celos corroen su tranquilidad.
De nuevo en la oficina llama otra vez a Ricardo. Nota que la foto familiar que se encontraba sobre el escritorio ha desaparecido. Experimenta un ligero malestar; necesita sentarse y lo hace en la silla de respaldo alto que él ocupa durante ocho horas todos los días.
Piensa en los niños...están en la casa haciendo tareas escolares...¿y si los llama? Tal vez su marido salió antes de horario y ya se encuentra con ellos. No hay por qué alarmarse.
Alguien se asoma por la puerta...¿la estarán espiando?
Ya de pie, comienza a sentirse mareada. Con un gran esfuerzo llama otra vez a su casa pero nadie contesta.
Las piernas no parecen dispuestas a sostenerla.
Sus hijos...¿por qué no atienden el teléfono?
Se acerca a la ventana y la abre. El aire que ingresa apenas consigue reanimarla.
Un hombre apoya suavemente la mano sobre su espalda invitándola a sentarse. Por un momento piensa que es Ricardo, y el alivio invade su alma.
Es un desconocido; le pide que se tranquilice. Ella intenta hablar, pero le resulta imposible articular palabra.
El temor por su marido y sus hijos nubla su razón. ¿Qué está ocurriendo? El hombre le alcanza un vaso de agua que bebe sin tener sed.
-¿Marta? ¿Se siente bien?- pregunta el desconocido.
-¿Quién es usted? -responde Marta-¿Dónde está Ricardo?
-Tranquila, soy Jorge ¿no me recuerda? ¿Quiere que llame a alguien? Está muy pálida; puedo acompañarla hasta su casa si lo desea.
La mujer que la observó en el pasillo con tanta insistencia acaba de entrar. Luce una expresión extraña. Es similar a la que tenía su padre hace treinta años cuando le dijo que se había extraviado el gatito blanco que ella adoraba.
-Señora ¿quiere que llamemos a un médico?
-¿Un médico? -repite Marta con un hilo de voz.
Ella no necesita un médico. Lo que desea es saber qué está ocurriendo. Mira a esos extraños preguntándose si existe una confabulación entre ellos. Al mismo tiempo un dolor punzante intenta abrirse paso entre la maraña de pensamientos que la acosan.
Duele, cómo duele. ¿Dónde está Ricardo? lo necesita con urgencia, se siente muy mal sin él.
La mujer le sonríe, el hombre toma su mano. Ella se deja conducir. Antes de salir mira la silla vacía y empieza a entender.
Entonces llora mansamente, y mientras la tragedia vuelve a herir su corazón recuerda... la camioneta que se cruzó en el camino, el grito de Ricardo, el llanto de los niños, la angustia.
Entonces otra vez, como aquel día, se pregunta para qué seguir.
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