Aún sigo creyendo fielmente que siempre hay tiempo, porque soy de los que piensan que nunca es demasiado tarde, ni demasiado pronto para compartir con la gente que amamos, el tiempo es relativo y puede convertirse en un enemigo cuando lo que realmente vale la pena en la vida no es una prioridad. Dejamos de vivir lo suficiente y morimos en nuestros caprichos, morbos y superficialidades, el tiempo no está determinado por el futuro ni el pasado, si no los deseos de vivir intensamente, de entregarnos con pasión y de refrescarnos.
El tiempo es enemigo y amigo, es rencor y es perdón, enfermedad y salud, inestabilidad y estabilidad, es monotonía o cambio… por eso pienso que quienes tienen la fortuna de concebir el tiempo como un tesoro es porque constantemente recuerdan lo que es valioso y vale la pena.
Aprovechar el tiempo para mí, no es más que compartirlo con otros y con sí mismo, porque la felicidad no está en las personas sino en el tiempo que se emplea para compartirla, es muy sencillo y paradójico hablar de cómo aprovechamos el tiempo, pero no espera, ni se detiene, cada vez avanza; solo la memoria y la piel son testigos de sus bondades o estragos, el tiempo es lineal, es amigo de quienes viven con coherencia, con virtud, con benevolencia…
Me asusta que el tiempo pasé y todo cambie o todo se mantenga histriónicamente, en el tiempo nos perdemos o nos hallamos, porque es experiencia, no se puede vivir sin haber dado un abrazo y un beso, no se puede haber dejado de compartir y de sentir porque había que trabajar, no se puede prometer si no habrá tiempo para cumplir, no se puede callar y dejar de ser porque la voz del alma se apaga y sería muy triste ver el tiempo correr y no hacer nada para vivir conforme a los sentidos.
Los tiempos de Dios son perfectos, la espera, la ilusión y el sueño no pueden convertirse en frustraciones, el mañana no puede ser una incertidumbre sino un acierto, porque es agobiante haber dejado de vivir sin darse cuenta y más que eso entregarle todo a la incertidumbre, como si el tiempo no fuera una realidad, como si el tiempo no fuera un presente.
Somos lo que somos porque es en el tiempo que nos moldeamos así mismos, determinamos la clase de ser humano que con nuestras acciones más que pensamientos forjamos, yo solo puedo decir que el tiempo perdido es aquel en el que la familia, los amigos y los seres queridos no son una prioridad.
Prosperidad para todos en el 2016, bendiciones y muchas felicidades.
Víctor Manuel Fernández Varela.
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