PERSONA INVADIDA
Desperezarse, qué placer!
Al comenzar a estirar los miembros, la sensación deja de ser grata. Indudablemente algo extraño sucede.
Los pies y las manos no se sienten como tales, son como globos que flotan, tratando de desprenderse de los brazos y piernas.
La cabeza, ¿qué sucede con ella?, está flotando, sin que los ejercicios yóguicos (izquierda, derecha, la barbilla al centro apenas rozando) den resultado.
Ahora es el tronco el que se eleva como un dirigible lento y majestuoso.
A pesar de la sensación de estar flotando fragmentada, el cerebro aún funciona y puede pensar ¿Qué sucede?
Pero es inútil, los pedazos continuan elevándose, aparentemente con una cantidad de helio extra por la velocidad adquirida.
Flotar, qué maravilla!, pasa sobre las casas, los campos, las montañas y sigue su ruta ascendente hacia las estrellas.
De vez en cuando el cerebro, aún pensante intenta dirigir un movimiento; pero es imposible, la ingravidez se apodera cada vez más de los miembros que se mantienen unidos por tenues hilos, casi inmateriales.
Sigue el ascenso, ya no hay manos ni piernas, cabeza ni tronco. Todo esta desapareciendo, queda sólo la liviandad de un espíritu. El cuerpo tomado ha dado paso a “algo” inmaterial que se eleva hacia el más allá.
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