Deme un Telekino
Los dos muchachones entraron a la Agencia de Quiniela a la hora del cierre. Uno se quedó en la puerta, y el otro, el más robusto se dirigió hacia el mostrador. Había un subagenciero como único cliente, finalizando de pasar sus apuestas. El único cliente, en esa fría noche de Agosto.
Al agenciero le llamó la atención el sonido fuerte del escape de la moto, que quedó en la calle, cerca del negocio, con el motor encendido.
-Señor, deme un Telequino… se escuchó decir al joven, con voz agrandada…
-Como no joven, aquí tiene uno, son cinco pesos… contestó Santiago, el agenciero.
Santiago estaba jubilado y tenía esa agencia que la atendía con su mujer. De mediana estatura, canoso, ojos vivaces y de proceder amable.
-Está bien aquí tiene los cinco y arriba las manos que esto es un asalto, empuñando un arma, y apoyándola en el cuello del subagenciero.
El aguerrido asaltante, de pasado veinte años, se aproximó de tal forma a la orilla del mostrador, que no pudo ver que la señora del agenciero, Carmensita, ya había pulsado la alarma que viene a sonar en la seccional de policía. No se dio cuenta de eso e increpó nuevamente a Santiago, repitiéndole:
-Esto es un asalto, denme la plata, denme toda la recaudación… Denme todos los billetes…
Santiago recordó que tenía un arma de fuego en el mostrador y que no sabía si estaba cargada. En un segundo no quiso sacarla, ya que el asaltante no le quitaba la mirada de encima. Comenzó a traspirar y a tartamudear del miedo de la situación. El agenciero en un movimiento fugaz y con el arma, dispara una sola vez sobre el pecho del asaltante que estaba detrás del subagenciero, rozándole la oreja de éste.
El ladrón, aún con la herida en su pecho, gatilla en el cuello del subagenciero y no sale la bala, luego gatilla de nuevo y apunta hacia el agenciero que seguía detrás del mostrador y tampoco sale la bala
El tipo retrocede y se toca el pecho, comprobando sangre en su campera. Su cómplice, luego del disparo del agenciero, se mete adentro del negocio y saca un arma e intenta dispararle a él, pero no le sale el proyectil.
Los vecinos de la fotocopiadora del negocio de al lado, entran a la agencia asustados por el ruido del proyectil disparado por el agenciero. Y comienzan a propinarle una feroz golpiza al cómplice, dentro del local. Lo reducen.
El ladrón herido, sale como un rayo del local, y al treparse a la moto, cae desplomado al pavimento, desangrado.
El sonido del disparo y lo veloz de lo sucedido atrae a un sinnúmero de vecinos, clientes y gente que pasaba por la esquina, en esa noche.
La sangre derramada en el pavimento, deja ver el número 17 que estaba colocado en el cartel de la puerta de la Agencia, como el número favorito promocionado de la jugada del día.
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