Pero, ¿qué es vivir?
¡Pobre doncella maltratada! A donde viniste a parar,
a un establo de bestias furibundas que resoplan sin cansancio,
¿por qué? ¿Por qué si eres tan linda?
¿En qué te has equivocado?
¿Por qué te ha tocado esta apestosa trocha
llena de fenómenos hediondos?
Yo te quiero, te quiero tanto,
porque eres buena, porque eres nobhel,
y porque estás en el lugar que no te corresponde.
Cavilo profundamente mientras camino, mientras viajo,
y pienso que tenemos lo que hemos deseado.
Muy autosuficiente,
y con aires de una superdotada que no soy
disparo a quemarropa contra el hombre y su estupidez.
Creyéndome una especie de dios anónimo
voy por ahí ratificando de merecidos o inmerecidos
los azares de los demás,
olvidando por completo que el destino
de los dioses meditabundos y apartados es el olvido del hombre.
Pero tu no has querido tu vida,
ni las espantosas aguas
por las que te desplazas desde hace tanto.
Reviso. Pienso que a lo mejor te has equivocado sin derecho,
y en estos casos el error es imperdonable,
¡así es este juego!
Sin embargo, no te lo mereces.
Imagino tus manos haciendo mariposas
mientras oprimes mecánicamente un teclado borroso,
y creo a través del espacio creo oir tu canto
extendiéndose por toda la ciudad
al contestar el teléfono cientos de veces al día.
Tu cuerpo legendario va pudriéndose detrás
de un escritorio viejo,
bajo unos trapos descoloridos y uniformes,
hace mucho que tus largas piernas y tus finos brazos
no ven el sol,
y yo no tienes cabellos que ofrecer a la brisa.
Tus enormes ojos soñadores
se han detenido en un cheque flaco,
y tu sonrisa es ahora un cortés acto reflejo que,
incuestionable,
todos beben a grandes tragos.
Preciosa mujer, hembra grande y fragante,
apuesto mi vida a que
dos hijos de diferente padre,
poco hombres y nada humanos,
no era lo que trazaba tu deseo mientras crecías,
ni ese jardín de vidrio donde
reposa medio muerto un cactus solitario.
Y qué hay de extraño, o de irreal,
han de pasar dos semanas al menos
antes de que pruebes la carne otra vez,
ahora que la importan se ha puesto más cara.
Pienso, pienso.
¿Por qué tanto amor ha llegado hasta aquí,
a estas ciénagas verdosas y frías?
¿Por qué tú, así, sin hilos y tus papeles de colores?
¿Con los pechos grandes de tanta madre,
y las carnes flacas de tan poco comer?
Lloras callada y hablas casi nada,
y en tu cuarto, a oscuras del mundo,
vas olvidando tu género
mientras te duermes abrazada al hijo pequeño,
sin manera de escapar de la soledad.
Cómo me dueles, hermosa Flor del Pantano,
sin igual criatura luminosa y recién llegada hermana,
de verte maltratada por tiempos tan rígidos,
e indefensa ante vientos tan voraces y noches tan crueles,
frente a los cuales solo te queda el amor,
y la fortuna de no pertenecer además
a las aguas pantanosas de los que han pensado el mundo.
Septiembre 2 de 2004
8. pm
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