Un rentable negocio
El mecanismo de defensa por excelencia de los humanos, ante determinadas situaciones, es el enfrentar o huir.
¿Por qué ciertas personas viven huyendo de los problemas que se les presentan? Este hecho les acarrea horas, días y hasta años de angustia y de ansiedad, por no tomar la decisión de hacerse cargo. Otras, en cambio, optan por el modo práctico: enfrentan y resuelven favorablemente y ya o, en su defecto, soportan y superan a la brevedad, la consecuencia del fracaso.
Desde el punto de vista científico la reacción de lucha, huída o parálisis es, ante situaciones de peligro, una respuesta fisiológica natural que todo organismo experimenta.
El caso es que nos encontramos permanentemente, con gente atrapada en vaivenes emocionales que no hallan el modo de evacuar su sufrimiento. Pareciera, en no pocas oportunidades, que se sienten “a gusto”, contando y haciendo cargo a los demás, de sus pesares, depresiones y dramas, llegando los otros a dudar, si de verdad desean liberarse de dichas dificultades.
Por lo general son seres adictos a medicamentos que ellos mismos se imponen. Presas de impedimentos de todo tipo, no llegan a disfrutar ni siquiera de un día de descanso. Llenos de dolores, disconformes de la familia, del trabajo, de las relaciones de amistad, del medio en donde viven, culpan a todo y a todos de sus malestares.
Suelen ser personas que gustan de permanecer pasivas por largas horas, evadidas, encerradas o en la oscuridad, sin hacer otra cosa que pensar en sus dolencias, acusando a los demás de falta de comprensión. Tildados de holgazanes y de hecho, se les ve desprolijos y con escaso interés, por mejorarse a ellos mismos o al entorno. Desarrollan su vida y quehaceres, envueltos en imposibles, proyectan sin ejecutar y son ajenos a toda ambición de progreso.
La tendencia general del que escucha a los quejosos es, justamente escucharlos, tratar de ayudar, tenderles una mano para que puedan saltar de su estado de amargura.
En muchos casos, se trata de sufridores pasajeros que pronto, logran salir adelante y seguir con su cotidianeidad en forma normal. Existe sin embargo el grupo de padecedores crónicos. Seres a los que se les vive tendiendo manos, prestando oídos, alentando, pero que nunca consiguen emerger del pozo de incomodidad emocional. Estas personas se vuelven insoportables y la tendencia es abandonarlas en medio de su vericueto. Da la impresión de que, más que tratar de superarse, lo que intentan, consciente o inconscientemente, es formar un lazo tóxico, donde sea posible, permanecer sumergidos en sus pesares. Pretenden que, el que los escuche, los compadezca eternamente, en un camino sin salida ni regreso. Los menos, suelen caer en manos de especialistas inescrupulosos que hacen de sus sinsabores un rentable negocio.
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