Llegué a la boletería, pagué el pasaje con muchas monedas. El cajero estaba feliz, siempre necesitaba vuelto y me las pidió todas. Algunas cayeron al piso y rodaron bajo la caseta de los boletos. No las pude sacar, pero alcanzó para comprar un pasaje. Tomé el boleto, lo coloqué en la máquina, bajé hasta el andén de los metro-trenes y abordé el primero que se detuvo. Viajé por la Línea del metro, hasta la estación "Cementerios". Bajé, subí por la escalera y salí de la estación. Llegué cerca de la entrada del Cementerio, donde estaban las vendedoras de flores con sus arreglos y coronas funerarias. Sentí el aroma de las flores y quedé inmóvil.

No pude dar un paso más hacia cementerio.
Al menos, esta vez estuve más cerca de entrar que la anterior...