El mar ruge y escupe a las rocas
me llueve encima
haciendo que sonría.
Es extraño sentirse en casa
a solas por una ciudad lejana
con un acento tan distinto
pero tan solo necesito respirar
para sentir que soy de aquí
-como de cualquier otro lugar
donde pasé algún día y dejé
un recuerdo anudado
al pie de cualquier calle-.

Hace mucho que no siento
pertenencia a la tierra que piso
sino a los corazones
(con) que (me) cruzo.
El sol tarda más en calentar
que de costumbre
la sonrisa es la misma
en cualquier idioma
y es fácil de regalar.
Cualquier extraña saluda
con su egunon y me abraza,
el aire sabe a mar
y tengo tiempo para caminar
sin más destino que donde
mis pasos me quieran llevar,
es todo lo que necesito
para sentirme en casa
sin tener un lugar al que llamar
hogar.