Hay meses, años, en que uno no aprende nada, mientras que durante algunos días da a uno un vuelco la vida.
Aquel que remito fue de estos. Basta pasarse por la primera entrega para hacerse una rápida composición de lugar. Debí pensar que hay una mano invisible dispuesta a ayudar a los que en general van por ahí con propósitos benéficos. Pero no sé qué me pasó durante los días siguientes que me vi inmerso en una oscura trama por la que los autores de la masacre no colocaron aquel artefacto allí por casualidad. Imagínense; es difícil sustraerse- cuando la garra te pasa tan cerca- a ciertos niveles de paranoia. Luego se me fue pasando. Cuando la muerte te pasa tan cerca es inevitable ponerse de protagonista. Seguro que la célula aquella- como decía la televisión- no tenía de mí la menor constancia. Y no es que uno fuera un anónimo total en aquella historia. Desde mi puesto de corresponsal en aquel periódico veía la realidad pasar, también, bastante cerca. Pero tampoco era alguien importante a quien fuera menester cerrar la boca. Mis crónicas sólo abordaban tangencialmente la problemática.