dentro de todo lo que pasamos y no pasamos, haya sido bueno o malo, aunque yo no dudo que fue lo más bueno y malo que me pudo haber pasado hasta ahora, no podría estar más eternamente agradecido de las circunstancias que fueron como fueron. al carajo con dios, al carajo con cualquiera de esas cosas, fueron solo coincidencias, pero las mejores coincidencias. una vez te lo dije, voy a parafrasearme porque no me acuerdo bien como lo dije: más allá de si estamos juntos toda la vida o no algo va a ser indudable, y eso es que vas a ser una de las mujeres más importantes de mi existencia. no importa si nos dejamos de hablar, no importa si somos amigos o no, no importa ninguna de esas cosas al lado del hecho de que, cuando tenga ochenta años y el alzheimer consuma mis sesos, aún en las sombras un nombre va a estar sonando en lo profundo y estoy seguro que va a ser el tuyo.
I
como imán
En el momento en que tu ropa cayó al piso supe que todo iba mal. Besé esos labios rojos con los que marcas tu territorio todos los días, me saqué la casaca y la dejé a un lado, sentí el olor perfumado de tu pelo y en ese momento te desnudé. Nos arrojamos en la cama y te besé; te besé por donde pude, te besé los labios y te acaricié hasta sentir tu espíritu y suspiré en él. Volví a ti a besarte y te tomé de las manos, esas manos que me acarician cada día hasta hacerme dormir pues en ellas caigo en paz, herido como soldado en batalla quedando dormido, entonces nuestros espíritus conversaron, abrazaron, bailaron, conmovieron y lloraron juntos, también reían cuanto podían. Ecléctica forma de proceder que me volvió loco a instantes y caí en medio de la pradera para regocijarme entre matorrales, encrucijadas, badenes y cerros. Ahí dormí un tiempo y desperté mirando al vacío de dos estrellas que brillaban en la oscuridad quedando perplejo: no sabía que decir, entre tanta torpeza, tanto inconveniente que solo tú acordarás, estaba seguro de dos cosas: primero te dije “soy tonto”, pero no soy tonto, soy torpe porque no se lidiar contigo, desde principio no lo supe cuando reaccionaste con pasión inicial, más vale no fugaz sino perdurable, y yo soñaba con tal pasión porque mi pasión de niño fue así, pero el cinismo humanitario me hizo adaptarme a la hipocresía de otros que en verdad nunca agradaron; segundo te dije “te quiero”, porque, como en otro momento te dije, te quiero besar, te quiero abrazar, te quiero hacer el amor, te quiero tan tú que me atraigas magnéticamente hacia ti, como el pequeño imán al pesado metal, queriendo hacerse uno pero sin lograrlo más que juntarse a matarse en una sola noche el uno al otro… de dos cosas estaba seguro. Y luego te quise, te quise más aún cuando te vi volar y yo en tierra no hacía nada más que reposar. Como cielo y tierra nada más. Y el cielo bajó en forma de arrebol sobre mi cabeza, arrebol ondulado y rojizo acariciándome el rostro y yo besando sus estrellas, yo besé sus cometas y otros astros hasta que el cielo se rindió y cayó nuevamente. Fueron muchos finales, cada uno mejor que el otro y yo hice lo mejor que pude para que ocurrieran. Al final vino la lluvia y juntos miramos arriba, reímos, nos abrazamos, nos besamos, nos vestimos, nos tomamos de la mano y caminamos a la normalidad, la cual nunca volvería a ser normal.
En el momento en que tu ropa cayó al piso supe que todo iba mal porque no podía estar más preso de tus caricias, que como imán atrayendo al metal, espero que me lleven a tu cuerpo en el cual quedar atrapado para siempre.
II
Picaflor
Aquí en el desierto la soledad se deja sentir, no me acompaña más que la arena y la luz del sol, de vez en cuando se aparece una persona y a veces caminando junto a mí. Caminan como si hubiera más gente alrededor, caminan como si esquivaran autos, cruzaran calles, esperaran semáforos en rojo y no sé qué es lo que ven, quizás la ilusión de un mundo que no es suyo.
Un día se me presentó un picaflor a mitad del recorrido de esa tarde, debía ir de duna a duna y el ave me acompañó. No era como otro picaflor que recordara pues tenía plumaje rojo en su cabeza y pálido en el resto. Yo le hable de aventuras y de algunas desventuras, le hablé de magia y la engañé con algunos trucos, con mis manos realicé encantos y produje un destello que sus pupilas iluminaron y hablamos también al respecto, pero ella me cambió el tema y como ave picaflor me habló de amor, tanto por flores como por paisajes y alguna que otra persona. Impensablemente le seguí la corriente y le pedí me dejara conocerla en su vuelo pero pudiera volar yo junto a ella. – Agáchate hasta ver tu mirada – le dije yo, - ¿y cómo haré eso? – El ave me respondió – Camina junto a mis pisadas –. Y sin pisar mis pisadas caminó junto a mí.
La soledad del desierto se hace más entretenida cuando hay alguien con quien apreciarla, sin dejar por supuesto de recorrer el camino que desde el principio decidí. En algún momento me cansé y me tiré a descansar y el ave picaflor me ofreció cargar conmigo. Orgulloso me resistí pero la posibilidad de seguir avanzando me convenció. Primero subí por sus piernas, agotado por el trayecto descansé en sus caderas y escalé hasta el ombligo. Luego subí más allá de un estrecho y me senté en los hombros. El viento de las lejanas montañas refrescaba mi mente hasta que llegamos al mar y el viento marino amenazó con botarme, y no cayéndome me afirmé de sus cabellos que me daban sombra para protegerme del calor del sol. Los viejos se burlan siempre por vivir ahora en las sombras de esos cabellos – ¿cómo planeas ver si no te acercas a la luz? – pues desde la oscuridad se ve mejor porque la luz me deja ciego. Ellos – “los encandilados” – no ven bien ni sus propias dunas y avanzan a tropezones, yo desde las sombras veo lo que hay en la luz y el sol no me ilumina con sus artimañas y pretensiones para dejarme ciego. Ellos me dicen luego - ¡el sol ya no te dará su calor!, ¿Qué pasará cuando tengas frío? – entonces yo sonrío hacia arriba miro hacia el frente y respondo alegremente – bueno, cuando tenga frío haré fuego en el vientre que me lleva siempre cuando cae la noche con la madera que llevo en mi espíritu – así ellos callan y yo prosigo en mi vigilia a vuelo de hombros.
La soledad del desierto siempre sigue siendo soledad y es solo mía y de nadie más, que no me engañe el picaflor, pero hay que admitir que cuando el picaflor se mueve hace que el aire vibre pudiendo sentir que la vida en sí, nada más, ya es un buen acompañante incluso sin vivir en paz.
III
Compañera
Detén un momento tus pasos y entrégame un instante tu mirada, quiero decirte algo para despejar unas cuantas falacias y quizás filosofar un buen rato, que si bien soy mal filósofo quiero decirte unas pocas verdades o más bien lo que pueda contarte mientras aún tenga vida para hacerlo, entregarte la verdad en bandeja como un pequeño regalo hecho a barro con manos negras, mucho no alcanza mi gracia para regalarte algo más.
¿Quieres que te diga la verdad? Ni bien sabría yo decirla. En una pintura detallada ya no veo más que colores, en un día cualquiera no vivo más que en sus olores, y en una fotografía tuya no siento más que mis dolores de hombre pequeño que muere en la sombra de tu cuello y sus aromas que me invaden por dentro, y aún así me siento tan basura al verme tan finito ante tanta grandeza tuya, no tengo muchas opciones, solo mirarte, admirarte y envidiarte en tantas cosas que no quiero que queden en un “antes”, quiero que sean ahora, ahora y siempre, para poder dormir en tus brazos cada noche con la tranquilidad de escucharte respirar agitadamente después de haber intentado ser yo mismo fruto de un orgasmo tuyo, como ser nacido solo para querer, y en este único caso: querer ser contigo.
¿La verdad?, Ni yo bien la conozco, la verdad ni me importa, que tanto me puede importar “aquello que es” al lado de aquello que quiero que sea, pero quiero que esto que somos y lo que tú me haces siga siendo cada día. Sin saber bien que es lo que me haces, por favor amor, solo sigue haciéndolo, y si en el fondo de tus secretos estás planeando matarme hazlo, pues de todos modos te estaré esperando para que no falles, solo espero que lo hagas de la misma forma en que me haces el amor hasta la última gota de mi esencia: con un rojo beso final.
¿La verdad?, yo también te amo mucho compañera.
IV
Arrebol Rojo
Soy un hombre de recuerdos amados, no me interesa recordar aquello que no me brinda calor, no me interesa recordar números, no me interesa recordar la muerte, siquiera la vida me interesa, pero más lo que hay en ella, y en ella hay un arrebol rojo que conocí después de un atardecer, pero pareciera que la noche se lo quiere llevar, no quiero que la luna y su oscura acompañante me despidan del recuerdo, pero quizás es que soy un hombre de demasiados recuerdos y me he limitado a vivir en ellos.
Recuerdo cuando te vi por primera vez y casi me tropiezo con una piedra, para suerte mía no me avergoncé; recuerdo cuando te saludé por primera vez y tú me ignoraste por no conocerme, en ese momento ya estaba avergonzado; recuerdo cuando te hablé por detrás de una foto y me dirigiste la palabra, estaba demasiado avergonzado por tomar riesgos, tenía miedo de tu altura; recuerdo cuando nos vimos de frente y pude ver tu vuelo, arrebol, y de paso te robé un beso y la vergüenza desapareció de repente.
¿te acuerdas, arrebol, cuando estuve adentro tuyo, volando junto a ti, por primera vez?, ¿recuerdas arrebol nuestras primeras aventuras?, yo las recuerdo todas, y podría hacer historia como historiador y escribir tales sucesos, pues vivo del recuerdo, quizás demasiado.
Vivo del recuerdo y me he olvidado de traerlo a la vida, he dejado de lado al arrebol, miré hacia el otro lado esperando que el arrebol me acompañara, pero cuando me di vuelta estaba oscureciendo y la luna, amenazante, te llevaba en la oscuridad. Soy un hombre que vivió en los recuerdos.
Dame la oportunidad, arrebol, de conocerte en un nuevo atardecer, dame la oportunidad de traer los recuerdos que descuidé, dame la oportunidad de regalarte una flor denuevo, dame la oportunidad de estar adentro tuyo denuevo, dame la oportunidad de dedicarte poemas denuevo, dame la oportunidad de amarte denuevo… ¿será mucho pedir?, quizás si, dímelo tú arrebol.
¡se supone que tu eres la que llueve, no yo!, ¡después de todo tu eres una nube!, ¡libre!, en cambio acá estoy en la lluvia adentro de mi habitación, en la oscuridad de la noche, donde incluso la luna me abandonó.
El hambre me abandonó, la ira me abandonó, todo me abandonó y tengo miedo, tengo miedo por mi vida cuando el arrebol no vuelva. Ahora soy una vergüenza.
Déjame vivir denuevo, sentarme en mi banca de atardeceres en la plaza mientas te cuento historias desde lo bajo a lo alto. Déjame engañarte con poemas, porque todos los poetas mentimos de alguna manera, ocupamos palabras más complejas para mentirle al espíritu que siente algo que no puede ser dicho, déjame ser un poeta, mentiroso como cualquiera, contigo denuevo, déjame encantarte denuevo.
Si debo permanecer en mi banca toda la noche lo haré solo para esperarte, de todas formas si no vuelves tú no creo que vuelvan las tardes, porque no existen tardes sin arreboles, ni tardes sin día, solo noche.
Te esperaré aquí, arrebol, lloviendo yo en mi banca, mientras recuerdo tus lunares. |