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¿Quería subirse a aquel árbol? Si, con toda seguridad.
¿Por qué entonces se mantenía de pie a su lado?

A veces se paseaba al rededor del tronco y lo miraba de reojo.
Si la veías de lejos parecía algún especie de ave de patas largas y plumas doradas, dando pequeños saltitos buscando bichitos para comer. Pero al acercarse su dimensión humana era cada vez mas visible, hasta se podía escuchar su constante pensar.

¿Será por eso que no trepaba aquel árbol?
¿O le habrían contado la historia del barón rampante? ¿Temía no volver a bajar?

Cuando se cansaba de la indecisión se doblaba en partes iguales y se echaba a dormir bajo la sombra del árbol. La copa del árbol era frondosa y de copa no tenía nada, más bien era un entrevero de ramas y hojas y frutos y flores, todas unidas entre sí, enredadas, disparatadas, de verdes de distintas tonalidades. También había un salpicado de lo mas variados colores, violeta amarillo, azul, rosa. Un entrevero de pájaros y bichos vivían allí, como en su cabeza.

¿Será por eso que no se dignaba a subir?
¿Temía atraparse en una representación simbólica de su mente?

El tronco sin embargo no era tan arriesgado en forma y color, era contundente, macizo y confiable. Tenía longevas líneas que se abrían en inmensidad de universos por donde corría la salvia hasta llegar al corazón, de palmito, claro está. A veces abrazaba el tronco simulando ser un hongo, o algún especie de musgo, porque le generaba vértigo saber volar, y en la quietud de aquel tronco se podía resguardar muy bien de la velocidad.

¿Será por eso que evitaba trepar aquel árbol?
¿Temía llegar a la rama mas alta y echarse a volar?

Las raíces estaban claramente delimitadas por las emociones que sentía al pisarlas con los pies descalzos. Era un pie sobre otro pie y otro pie sobre el otro pie; y otros pieses sobre los pieses que ella no tenía. Aún así los sentía propios y procuraba sentirlos todos, para sentir la tierra entera siempre desde abajo y sin mirar arriba.

¿Entonces por qué evitaba con tanto esmero ignorar lo que cada partícula de su Ser le pedía que haga? ¿Qué era lo que le generaba el impulso incoherente de no trepar aquel árbol?

Lo curioso no era tanto eso, sino como al lado de ese árbol había otros, y arriba había otros también tanto como abajo que salían de las mismas raíces pero creciendo al revés. Lo curioso era como otros seres también revoloteaban indecisos al rededor de sus respectivos arboles siendo pocos los que conseguían subir aunque sea una rama. Algunos yacían a los pies de los arboles atados a sus raíces cabizbajos, otros solo se limitaban a tallar con sus uñas pequeñas inscripciones en el tronco generando terribles chillidos para todos. Lo curioso era que los árboles, por más coloridos y deseables que fueran, no podían ser abarcados en su inmensidad, y los seres resignados, se dedicaban a esperar. Algunos esperaban que sea el árbol el que de repente cobre deseos de escalar a los seres, y otros, simplemente, esperaban volver a nacer agujereando los troncos y acurrucándose en su interior.

Texto agregado el 14-12-2015, y leído por 114 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
14-12-2015 Excelente historia. Y muy fluida tu nararción. eRRe
14-12-2015 Me gustó mucho la metáfora encerrada en tu escrito. El final precioso. Felicitaciones! sheisan
 
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