En el verso por componer viajan rimas eclécticas,
acumulando bostezos, ciencias tiernas e indolencia.
Tras el espejo de la espontaneidad, irónica las palabras
se convierten en envases medio vacíos de sentido,
corriendo peligro de acatar órdenes de índole gramatical.
Peligros que resuelven propósitos; peligros con ritmo,
peligros por evitar la designación banal, de reponer al paso,
o distribuir bultos exteriorizados de pesadez y soledad.
Nosotros, los que comemos cuando hay pasión, reptamos,
como buscando el habla, arrastrando nuestros versos.
Dormimos al son de la impaciencia, colosales, sin recobrar el aire,
sin levantarnos de las sombras, al costado de la inocencia.
Cenamos teorías poco discretas, reforzamos la imprudencia
como objeto inamovible del concreto pensamiento poco humano,
la palabra es inevitable desconcierto, la inspiración es el opio
en el vértice roto del prototipo desempañado de la expresión.
Pero aquí estamos, en la excentricidad de cualquiera de los otros,
para volver a volcar la tinta que se esparce por el papel a rayas. |