¡BIENVENIDO AMOR!
¡Sabía muy bien que volverías!, tú perteneces a estos prados donde las flores convertidas en halagos te son el común de todos los días. Tú hábitat es este sitio donde te cobijas muy bien bajo un cielo azul intenso, siempre estrellado, donde casi todos hacen brillar para ti el puñado de estrellas que guardan en sus alforjas y solo unos cuantos —envidiosos que son— premian tus obras de arte con una sola y miserable estrella.
Tú mi amado, que llevas por blasones la sabiduría y la compasión… ¡Oh sabio compasivo! ¿Será por lo segundo que has vuelto? A este mar de elogios para darte baños de pureza y alimentar la pereza mental de quienes te rinden loas cual execrable ejercicio virtual.
¡Bienvenido amor! Que no medre a tu egolatría la opinión de unos cuantos, quienes no quieren vivir en la miopía desde donde te idolatran tantos. Tú nuestro Dios bien amado, cúbrenos con tus excentricidades como un manto, que lo de ellos, esos quienes no te aman ni por tu ausencia derramaron llanto, es ignorancia, falaz discrepancia que no sabe reconocer la nigromancia invariablemente presente en tus letras plenas de arrogancia.
¡Bienvenido amor!, te lo digo con el corazón en la mano desde esta atalaya donde amurallé tu ausencia, donde hizo nido la urraca y la carne senil se volvió más flaca. Sí, ¡lo grito a los cuatro vientos! ¡Ha vuelto el “Maestro”!, él es único, ¡es nuestro! Y está de regreso. Oh Cid Campeador, ¡exterminador-creador de clones!, ¡Dador de excelsas y googleanas opiniones! ¡Ya no lloraremos más porque te fuiste! ¡Ahora que lloren otros... porque volviste!
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Esto solo es una sátira, un simple ejercicio literario donde se quiere decir algo sin caer en actitudes soeces como mentadas de madre y otros exabruptos propios de psicólogos decadentes. Un texto que hace referencia a un magno evento al cual me sumo con algarabía… en mi irreverente forma de decir las cosas. Velis nolis.
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