El final del camino, sombrío, decadente, miserable, eclipsado...

Esa es la última vista que queda del paisaje, en antaño tierra de dioses, tierra de grandes placeres, basta y fértil.

Con una sola y corrediza lágrima, que lentamente cae desde su ojo izquierdo y recorre su mejilla hasta perderse por completo, mira aquel personaje desdichado, mira hacia tiempos mejores, pero no se arrepiente, su vida fue buena, ahora es el momento del relevo, las nuevas generaciones han de cuidar el tesoro de quien en vida fue su pasión.

El final del camino, tempestuoso, calamitoso y desgraciado...

Cuentan de días de gloria y majestad, cuentan historias de días mejores, de tiempos mas gratos. Que nostalgia mas grande es la que recorre su alma, como un escalofrío atraviesa por su conciencia, su garganta hecha un nudo, de voz temblorosa y ánimos bajos. Dice entonces sus últimas palabras para si mismo. Da igual si exterioriza, está solo y sabe que nadie le escuchará.

Yace tumbado de espaldas, la sangre brota de todas partes, su cuerpo y su mente se deshacen lentamente, apuñalado por los suyos y compadecido por sus enemigos, que indigno final para quien guardaba las llaves.

Ahora que ha llegado a su último puerto no puede evitar recordar viejas aventuras, no puede evitar pensar en aquello que no hizo y en aquello que no hará, hasta cerrar por fin sus ojos y ver un mundo nuevo con un nuevo camino.