EL ÁNGEL DE LA MUERTE
Toda la noche de ese sábado había manejado. Pocas horas antes de esa misma noche estaba en uno de esos momentos donde la nostalgia no tiene salida, me acordaba y me pegaba al recuerdo. Presentía algo, pero no sabía qué. Un día anterior había hablado con un amigo de la ciudad de México, Román Ramírez, con quien hace poco había desayunado en el Sanborns de la casa de los Azulejos, con motivo de la presentación de uno de sus libros publicado por la UNAM., le hice una cita para comer con él en su casa, por el rumbo de la colonia Roma, en la ciudad de México. Ya casi a las cuatro de la mañana y próximo a mi llegada a esa ciudad tan amada y monstruosa, el Distrito Federal, cercano a la caseta de Tepozotlán, por la autopista a Querétaro, me dio mucho sueño y decidí estacionarme a un lado de la carretera al amparo de la blanquecina luz de una gasolinera.
Dormí y extrañamente soñé con varios personajes que por varias razones los había usado de modelos para unos cuentitos que había estado escribiendo. Así, como en una pasarela en ese dormitar me encontré con los personajes que ya tan familiares me eran, y que algunos desvelos había tenido construyendo su historia. Ya casi a las siete de la mañana emprendí nuevamente el camino a la ciudad de México con un tráfico suave no me fue difícil llegar al centro de la gran urbe.
Fui pasando paisajes urbanos que tan familiares me eran y tantos recuerdos me afloraban. Ahí estaban las Torres de Satélite, el Toreo de Cuatro Caminos, Buenavista, y a lo lejos Chapultepec. Teniendo el compromiso con mi amigo al filo del mediodía había tiempo para ir a disfrutar un buen desayuno al café La Blanca uno de los lugares donde el desayuno sabe a eso y no a pedazo de plástico. Llegue y como siempre que puedo me senté en la barra, allí pedí lo habitual: huevos rancheros y leche para café. En eso estaba cuando a mi lado un individuo ya entrado en años, ochenta o más, se acercó y me dijo: - Señor Bernales, asombrado de escuchar mi apellido y con la seguridad del individuo, sorprendido repuse: - Si, dígame.
– Me permite sentar un momento, -dijo con voz pausada, - adelante, -conteste agregando-: y dígame para que soy bueno, ¿gusta un café, un desayuno? – No,-me contesto con voz pausada-; no, estoy bien, sólo quiero hablar con usted. Mire voy a ser directo, sé que ha estado escribiendo a últimas fechas de un tema que yo conozco muy bien: de ángeles. No, no se asuste, pero he leído todos sus cuentitos y bueno, aunque quiero decir que no son joyas literarias me he interesado en su temática y en el cómo usted ha obtenido esos datos que aunque no muy puntuales tienen mucho de verdad.
Nuevamente sorprendido sólo atine a pensar que eso era más que una sorpresa porque fuera de Belén, Cristina, que les había mandado los cuentos y Gustavo que quería publicarlos, nadie más había tenido posibilidad de leerlos.- Bueno, -repuso-, yo soy un ángel y usted no me ha visto pero cuando los ha escrito ahí he estado, le he visto hilar los significados, construir el discurso, borrar palabras y…luego volver a corregir. Debo agregar que me sorprende la facilidad con que hilvana las palabras, con que construye motivos; es una buena cualidad. Yo sé porque nació su gusto por escribir, estoy al tanto de esa pasión por compartir sus sueños. No, conmigo no tiene que buscar palabras, ni ocultar sentidos, le repito se todo lo de usted y sólo vengo a charlar. Mire, yo soy el ángel de la muerte Sí, aquel que estaba en Venecia y que fui nombrado por Gabriel para sustituir al viejo ángel de la muerte. Nosotros los Ángeles del sueño somos los más idóneos para cubrir la tarea de ángel de la muerte porque el sueño y la muerte son similares.
Y agrego: - La muerte es un sueño permanente, las personas se sienten como en el sueño. Su muerte es un descanso, pero también es como ese descanso reparador que por las noches los ángeles terrestres y los humanos tienen.
Y siguió diciendo - Tengo poco tiempo en mi labor, poco tiempo divino pero mucho del terrestre y ya conozco el dolor de los humanos ante la pérdida de los seres odiados y queridos, poderosos y humildes. He visto de todo: llorar la muerte de un neo nato, de un viejo, agradecer que se haya muerto alguien, asesinos de esposos, uricidas, matar por el sólo placer de hacerlo. También he visto a muchos quitarse la vida con su propia mano. Es tanta y tan variada la cultura de la muerte que se aprende tanto de ella que yo soy ya una gran enciclopedia del tanatos humano
- Me sorprende mucho lo que me dice, -le replique-, pero no entiendo que tiene que ver lo que he escrito con lo que usted me cuenta. - A eso voy Hugo, ¿si te puedo llamar así? Dijo. -Yo asentí con la cabeza. -.Mira Hugo, tú estás viviendo un raro fenómeno que se ha dado poco en la Historia, por ejemplo, se dio en la Alta Edad media con un personaje que tú conoces muy bien y que has estudiado mucho en tus trabajos de Historia de las mentalidades; Dante. El gran amor que tuvo por Beatriz le permitió abrir ese umbral tan delgado y pesado que lleva a comunicar el más allá con el más acá. Virgilio en la época romana fue otro individuo que movió esa puerta, y también por amor. Tú has movido ese umbral y cuando lo abriste me atrajiste, por motivos que no tengo tiempo de explicar. Estuve a tu lado y vi como ibas construyendo ese imaginario. Me fue sorprendiendo lo que escribías, me quede absorto cuando describiste mi Historia. No podía creerlo, por alguna razón tuviste ese contacto con ese momento que viví no hace mucho.- Y debo decirte, -continuo hablándome-, tendrás un dolor que moverá tu conciencia interna, te hará más sensible y por eso hoy puedo estar contigo porque ya se está preparando ese golpe, y tu estas empezando a removerte. Así es, porque de otra forma no hubiera podido charlar contigo. Sé que querrás que te visite de otra manera, sé que vendrá un momento en que no tendrás nada en que asirte, absolutamente nada, y me pedirás que llegue, pero eso no será más que en su momento y eso ni yo lo sé. Y todavía más tendrás otro dolor más fuerte, sólo puedo decirte eso, no más.
Te digo esto, agrego, no porque vea el porvenir, no tenemos tanto poder, como tu bien anotabas, sabemos leer el pasado y puedo decirte que te prepares, como un soldado para la guerra. Esto te lo regalo, como premio o maldición por escuchar mi relato. Yo al escuchar esto no pude menos que pasar saliva y quedar perplejo ante lo que me decía. - Pero no vengo hablar de eso, vengo hablarte de mi historia y a compartirte unas reflexiones. Sólo te pido que mañana, cuando escribas esto no juzgues, sólo escribas; me hace falta decir mi verdad pero que no la enjuicien. ¿De acuerdo?
- De acuerdo, -dije-. Y así comenzó a hablar de esto, que no sé si es sueño o una realidad, no me queda más que consignarlo tal como lo he sentido, tal como pienso que lo he vivido.- Mira Hugo, -cambio su tono de voz-, yo aprendí mucho siendo el ángel de los sueños. Antes de llegar a Venecia en las postrimerías del siglo XIX, visite las otras dos ciudades de migración fui a Mendoza y fui a Guadalajara. No me habitué a esas poblaciones porque eran ciudades nuevas, ciudades jóvenes, donde la historia era muy corta, donde las experiencias no son tan llenas. Escogí Venecia, porque ya en una vida que se me dio la oportunidad de vivir como humano había habitado en esa ciudad. Aprendí a amar sus canales, a sumergir los pies en una plaza de San Marcos hundida, sentir las frías aguas de la laguna y aspirar ese olor, olor que sólo allí en Venecia existe. Sentí un profundo amor a esa tierra, o más bien a esas aguas.
Y continuo diciendo -Yo había vivido en el tiempo de mayor esplendor de la ciudad donde los comerciantes enviaban sus naves a todos los confines del mundo, y se tenían todas las mercadearías del orbe circulando en los canales, llenando los mercados. El gran Dux era la máxima autoridad y ningún poder se oponía a este, ni el religioso. Era una época de fanatismos, es cierto, pero tenía su encanto. Mi vida fue relativamente larga, por cierto ahí nos conocimos tú y yo, éramos compañeros de gremio, no lo recuerdas pero yo sí, fue en uno de esos saltos en que coincides con lo que está por venir.
Fui un comerciante prospero, continuo diciendo, con una gran familia. La vi crecer. Nada podía ser mejor. No te entristeceré con detalles de mi muerte fue una muerte dolorosa y lenta de una enfermedad que el día de hoy se trataría con pocas medicinas y de las más comunes. Pero bien, eran cosas del tiempo como vos bien lo sabes. Y prosiguió. - Volví a mi entidad de ángel pero con la experiencia de la vida humana que nos permite ser mejores seres y cumplir nuestra misión de una manera más completa. Se me encargo a mí el servicio de ser el ángel de los sueños de Venecia.
Mi labor fue facilitada por la experiencia que tuve en el transito humano y además enriquecida por qué de ángel tuve la oportunidad de hablar con espíritus que habían vivido en ese lugar en tiempos pasados. Mira, es difícil explicarlo pero aunque las almas se van inmediatamente que el cuerpo físico a fenecido, hay partes del espíritu que quedan impregnados y esas partes mientras sean positivas podemos nosotros contactar, es la que ustedes a veces ven en formas de parientes o de amigos ya desaparecidos, fantasmas creo que les llaman ustedes.
Luego agrego -Tuve la oportunidad de conocer el espíritu de Casanova, del Gran Giacomo Casanova. Pude charlar con él y recorrer las calles de Venecia en una de esas potestades que tenemos pude estar con él en su tiempo y vivir con él parte de las aventuras que relata, que por otro lado son un poco exageradas cuando ves su realidad... Pero era un espíritu curioso, que paradójicamente nunca amo, quedo tan entusiasmado del sentimiento que nunca pudo ejercer la potencialidad tan humana de amar, nunca la cristalizo a una persona o a un espíritu determinado. Porque debo aclararte, ustedes piensan que se enamoran de la persona y no es así, cuando verdaderamente se enamoran lo hacen del alma de esa persona, del espíritu de la persona. El cuerpo, la cara y todos esos bonitos detalles sólo son el punto de atracción, el verdadero amor se da con el espíritu, en la comunión del uno con el otro, es el yo interno que pocas veces se siente. Sientes como si existiera un hilo conductor de toda la vida como si fueras siempre el compañero o compañero de esa alma.
- ¿Recuerdas el caso de tu abuelo con tu abuela? Ellos vivieron un amor intenso, tu abuelo aunque era muy gustoso de vivir romances con otras mujeres siempre amo a tu abuela, porque estuvo enganchado con su alma. Cuando te enamoras es ese enganche, en cambio cuando lo externo te atrae estas encaprichado. Una clave es cuando la recuerdas por su ternura, por sus sonidos, el día que la recuerdes sólo por su cuerpo, sólo por su cara, sólo por sus lujos, ese día sabrás que debes buscar a otra gente porque sólo amas lo de fuera ¿y cuando se acabe de que hablaras, con quien vivirás, con los recuerdos de lo que fue? Eso hizo Giacomo Casanova se enamoró de lo externo nunca de lo interno.
Y siguió diciendo - Marco Polo es otro caso, espíritu aventurero: conocí su esencia que siguió viviendo en esos lugares. Yo le encontré por el rumbo del viejo campanario. Allí charlamos una noche sin estrellas mientras los sueños de los ángeles se estaban trasmitiendo. Me decía que extrañaba mucho el caminar los desiertos, las calles, el campo. Sí, su gran aventura fue el viaje a la China, el reino y la tierra del gran Khan. Me contaba como allá llego a una lejana tierra llamada Fusang que era una tierra diferente a lo que siempre conoció, Tras muchos días de navegación por un mar desconocido llegaron a esas playas donde los habitantes eran de un color moreno, pero no negros, que tenían unas casas extrañas y unos templos similares a las pirámides de Egipto. Le sorprendió el conocimiento astronómico y matemático de ellos. Y me aseguro que los Chinos habían aprendido algunos de sus conocimientos de estos extraños habitantes y otros se los habían dado a los aborígenes, por ejemplo, el de usar un tipo para grabar sus vasijas.
Y el ángel continuo - Marco se sorprendió que algunos de los marineros, que repetían el viaje, ya tenían familia entre los nativos así no era raro encontrar niños con rasgos chinos, ojos estirados y el extraño color de la piel. Apunto muchas observaciones de esos pobladores, tantas que pocas pudo escribir de esa tierra después: Sé que esa tierra está al este del país del Gran Khan y que duran muchos días para llegar. “Algún día mi espíritu aventurero, decía Marco Polo, podrá regresar allá. ¿Sabe? Agrego Marco, tuve un hijo con esos pobladores, ella era una mujer hermosa, la descubrí, la ame y cuando me despedí de ella estaba esperando un hijo mío, le prometí regresar o al menos eso pensé que le dije, su idioma era tan extraño. Espero que aun mi sangre este entre ellos”.
Y emocionado el ángel agrego - Todos estos hechos facilitaron mucho mi labor. Miles de espíritus enriquecieron mis vivencias. Cuando yo deje mi puesto de ángel del sueño, deje muchas historias listas para ser contadas, para ser convertidas en sueños. Como ángel de la muerte mi universo y conocimiento se ensancho días y días la pasaba viajando, explorando los confines del mundo arrebatando los espíritus de sus cuerpos. Algún día llegue a una remota provincia Argentina a Mendoza, lugar que tú ya bien conoces y que has descrito mucho acerca de ella. Fui por la vida de una beba, recuerdo su nombre, Alfonsina, niña de escasos once años, su mal era una neumonía que por los fríos intensos y un tratamiento erróneo del médico la gravo a tal punto que ya su cuerpo no le quedaban defensas y cedió ante el mal.
Al ir y liberar su espíritu la vi, allí estaba ella, su madre, una mujer hermosa como pocas veces había visto. Era una dulzura, su voz, su cara. Ella era la madre que llorando abrazaba el cuerpo de su hija ya inerte y vi a su padre un hombre recio, un poco entrado en kilos que estaba aturdido por el golpe de la muerte de su pequeña hija. No pude separarme de ahí y poco a poco me fui seduciendo con la imagen de ella, la mujer. - Escuche asombrado esa revelación parecía que todo iba encajando como un gran rompecabezas, no podía creerlo.
- No sé cómo decírtelo, continuo el ángel, a partir de ahí su imagen me venía en todos lados, la mujer mendocina, aquel cuadro era mi primera y mi última imagen. De cuando en cuando, iba a esa ciudad argentina me introducía a la modesta vivienda y le veía, le acariciaba y le hablaba al oído, por supuesto inútilmente porque ella no podía ella sentir más que una leve brisa. Finalmente tuve el valor y un día tomando la energía de los agonizantes tome forma humana, por supuesto busque una figura atractiva a los gustos de ella. Y luego trate de encontrarla “casualmente” ella iba rumbo al mercado, le empecé a hablar como sabía que le gustaba, le empecé a ver y por supuesto empecé a rondarla con buenos regalos y con la visión de una vida cómoda, muy lejana a la miseria que vivía.
- No fue mucho el tiempo para que ella se prendara de mí, comenzó a salir conmigo, primero a escondidas y furtivamente, después ya sin el menor cuidado. Hasta conocidos de ella y del marido nos miraban en todos lados. Yo estaba al tanto del dolor qué le causaba al hombre que la amaba, lo vi esperarla y confieso que muchas veces deje evidencias para provocar en él la mayor cantidad de celos. Tenía la leve esperanza que fuera tanto su coraje que la agrediera y que yo pasara a recogerla, retenerla en mi universo. No fue así, extrañamente y aun con todo, él la esperaba, la chiqueaba y le amaba. No entendía.
Por fin un día la convencí de dejarlo y marchamos a otra ciudad, a Córdoba, si no mal recuerdo, ahí vivió ella conmigo. -Le interrumpí para tomar un sorbo de café, estaba verdaderamente sorprendido de esa revelación. - Pero sabes, continuo hablándome, la luz, esa luz que yo le vi se fue acabando, ciertamente yo la tenía con lujos que todo mundo hubiera querido, la tenía mimada, pero la luz de sus ojos se fue acabando y sabes era por algo sencillo que era lo único que yo no podía dar. Yo podía darle todo: tomar la forma del hombre más perfecto, y que sintiera mi presencia pero no la podía amar, ella si me amo, lo siento y al principio ese sentimiento fue tan fuerte que le permitió dejar a su esposo y el recuerdo de su niña.
Pero ya después no la pude retener, los espíritus como yo, continúo diciendo el ángel, podemos alcanzar pero no retener y se fue secando como las flores cuando el agua se termina. No pude evitarlo y poco apoco, ella fue recordando el amor pasado. - A diario lloraba y no había día que entre los silencios no escuchara el nombre de él. Finalmente tuve que arrebatarla y cuando su espíritu yo lo iba tomar vi una luz blanca y hermosa que sabía que era de un ángel novel, era su hija, que venía a liberar su espíritu, no la pude yo llevar, ya no la pude conservar
Finalizo diciendo - No la olvide, es un recuerdo punzante, reflejo del dolor de ustedes porque nosotros no podemos sentirlo. Poco tiempo después fui por Rodrigo, su esposo, volví a ver el fenómeno ese: la luz blanca y a ese angelito bajar por el alma de su padre. ¿Sabes? por primera vez vi juntarse dos almas. Yo sabía que nadie se podía unir en el cielo que las almas olvidaban a todo y a todos, sin embargo, por un momento, vi que las tres luces se unían y como un vuelo de pájaros aleteaban hacia el cielo.
Caí de bruces. Yo el ángel de la muerte nunca había visto amar tanto. Hoy quise contarte la historia porque sé que a ti te gusta cerrar tus ciclos y quise que superas el final que tu no conociste para que lo escribas y poder un poco descargar mi peso.
Dicho esto, ese ángel se paró y se retiró como había llegado. Quede perplejo. Yo no creo en lo sobrenatural, todo obedece a leyes, y menos en esos hechos donde el amor redime almas. Sin embargo, al percatarme del tiempo vi que no había pasado un minuto desde la presencia del ángel y su increíble historia. Y volví a la realidad cuando los gritos de una señora desesperada rompieron con los sonidos de los platos y los tenedores. Su marido, un individuo robusto y moreno que yacía en el piso, estaba muerto, se había atragantado con un pequeño hueso y a su lado vi, como un relámpago, al ángel de la muerte, que discretamente me guiño un ojo y salió como cualquier parroquiano, cantando bajamente una melodía de amor.
Salí, también, como para respirar aire, atrás de mí la confusión, delante unas calles desiertas de una ciudad en donde acechaba, por ahí, el ángel de la muerte, el ángel de los sueños eternos, el ángel que me espera al final de mi canto.
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