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EL COLECTIVERO


A ese amigo que amablemente me enseño los Andes a bordo de su colectivo. Descansa en paz entre nosotros.

- Sí, tengo muchos años manejando colectivo. Si viera cuanto he visto pasar por estas tierras, por estos asientos, se asustaría o me admiraría que para el caso es lo mismo.- ¿De dónde me dijo que era? De México, ¡ah, Sí! de la tierra del tequila, del Chavo del ocho y de la virgen de Guadalupe. No, no conozco México, aunque si conozco partes, lejanas ¿Es más lejos que Viña? porque allí si he ido mucho. También he ido a Buenos Aires y vaya que esa ciudad si está lejos.
- Rodrigo, hombre de aspecto bonachón y ya entrado en años, yo diría más de cincuenta, manejaba un colectivo de esos que conectan Santiago de Chile con Mendoza, Argentina. Le había conocido el día que llegue a Santiago y presuroso por llegar a Mendoza preferí tomar la ruta terrestre que hacer un viaje rodeante por cielo a Buenos Aires y de ahí a tierras mendocinas. Una señora también pasajera amablemente me había pedido que fuera adelante para que disfrutara el paisaje de los Andes y el Aconcagua, que se pasa en el trayecto. Horas de viaje, que se hacen más pesadas por el paso de la frontera común que une a Chile con la Argentina, y hacen que los viajantes traten de acortar camino hablando de cosas que van desde triviales hasta profundas ¿Qué más da? Aburrirse es un gran pago por el silencio y más para ellos, que el paisaje es harto conocido.
Rodrigo me empezó a contar de sus viajes en un colectivo mayor, en un autobús, de sus viajes por otras rutas, por otros lugares. Me narro de las extrañas cosas que ha presenciado al transitar por esos caminos de Dios: - “Mire en aquella curva, tras de aquel arbusto me tocó ver el fantasma de una novia. ¡Sí!, De una novia, así como lo oye, vestida de blanco y todo, la pase y kilómetros adelante la volví a pasar, era como a estas horas, venía el colectivo lleno pero solo yo y otro pasajero la vimos. Fuimos muchos los chóferes que se nos aparecían constantemente. Mujer joven que dicen que venía por esta carretera en un carro, con su esposo, era recién casada, cuando de pronto un colectivo, pero no crea que de esta línea, choco contra ellos, ella murió al instante y su esposo se salvó. Dicen que el alma de ella venía a buscar diario a su marido.”
Y agregando me dijo: que todo eso termino cuando los dueños de los colectivos se pusieron de acuerdo le hicieron una misa y un sacerdote chileno bendijo el lugar en que murió. “Ya nunca la vimos. ¿Lo cree usted?”. Y terminó diciendo: Mire, yo trabajo aquí ya por poco tiempo, ya estoy enfermo, dicen que sólo me funciona el treinta por ciento de los riñones., que me van a dializar ¿Qué se yo?..

- La única seguridad es que ya me queda poco, agrego, ya tengo hasta mi remplazo. Me gusta manejar, me gusta transitar caminos, sino fuera chofer hubiera sido vagabundo para andar de un lugar a otro. ¿Sabe? Yo siempre me sueño caminando, nunca me he soñado quieto; del camino debería ser mi apellido
- Yo nací en Mendoza, por el rumbo del panteón, ¿conoce usted? Ahí como a tres cuadras. Son casas modestas pero era un barrio con muchos árboles y muchas hojas tiradas. Eso sí con gente muy trabajadora, no había vagos, y por eso pocos quilombos. Allí jugué mucho, conocía todo el pavimento, todas las casas, todos los ruidos, y a todos los pibes. Cuando crecí nos cambiamos, pero yo siempre he dicho que soy de ese barrio, sueño con regresar ahí, aunque sea a morir. Mendoza es la tierra en que quiero morir.
- ¿Qué se yo? todo es muy caro y una casa ahí ya no la puedo pagar, sólo que
fuera Maradona. Por cierto ¿cómo seguirá? Para mí que el cara dura se muere.
Vivió mucho, vivió tanto. Imagínese en Italia, la tierra de mis abuelos. ¡Ah¡ que tipo ¿Quién fuera él?

-No, no crea, no siempre he estado sólo. Yo tuve una esposa muy linda, hermosa, toda ella, la más bella de toda Mendoza, Me enamore de ella. No fue fácil conquistarla. Todo el barrio andaba tras de ella y aún de otros barrios. No le miento sacaban diariamente de su casa cientos de flores que todos los pretendientes le enviábamos. Yo creo que gracias a nosotros se hicieron ricos todos los dueños de los quioscos de flores del rumbo.
- ¿Sabe? Yo creo que a veces Dios se compadece de nosotros los feos. Mire un hombre guapo tiene las mujeres que quiere y las más bellas, no le cuesta trabajo conquistarlas; pero para ellos una mujer es un trofeo, algo que lucir y la desechan por otra y a lucirla de nuevo. No aman quieren la envoltura. Para nosotros la mujer lo es todo, todo es poco para darle, somos como los perritos callejeros agradecemos el cariño que nos dan. Amamos con el alma. No se apure yo sé que usted ama igual no somos bellos pero somos agradecidos con esa mujer que nos tiene un lazo para no ahogarnos.
- ¿Qué cómo le hice? no lo sé, Dios ayuda, pero me case con ella, ella era mi vida, mi razón de vivir y vos como hombre sabes lo que es eso. Que alguien sea tú todo, que con ella seas todo y sin ella nada, eso era para mí: mi todo, mi vida. Quizás fue que ella para mí no era una más, era mi mujer, el ser que queremos toda la vida, para vivir, para crecer, para ser, para morir.
- Los primeros años, como todo en la vida, fuimos felices, de esa felicidad nació una beba, encantadora, hermosa, cariñosa y tierna. Era la ternura en flor, la tocaba y era tocar miel, era un sol, un solecito rubio. No, no me cansaba de verla. Pero todo lo bueno acaba y en un día de junio, cuando el frio aprieta en estos lados, mi beba se enfermó de neumonía y se fue con apenas once años.
- Se llamaba Alfonsina, mis once rayitos. Le lloramos tanto que nuestros ojos se secaron, yo volví al trabajo desconsolado, cada momento era bueno para llorar, y recordarla. Un consuelo era ella, mi mujer, tan hermosa que era mi paño de lágrimas, mi descanso nocturno, mi sorbo de café por la mañana. Sin notarlo ella empezó a cambiar: se salía estuviera yo o no estuviera, llegaba tarde o a veces no llegaba. Yo le preguntaba dónde estaba y ella sólo decía “por ahí, no te apures por allí”

- Entre mi trabajo y las salidas de ella ya poco le veía, por ahí me empezaron a llegar rumores que andaba con otro, que yo era un boludo, que la habían visto por el mercado central abrazada de un tipo de traje. Me volví loco pero no le reclame le amaba tanto que prefería compartirla a perderla. Lloraba todos los días, salir a la carretera, salir al camino, era mi único consuelo. Un día no volvió, la espere, no fui a trabajar, la espere, me senté en la puerta, la espere, me quede esperando… Nunca volvió. Me volví a llenar de lágrimas, la espere y entendí que ya no más volvería. Había ido tanto el cántaro al agua que por fin se quedó dentro, así como dices vos, se quedó dentro.

Perdí todo, eso fue hace veinte años, nunca volví a saber de ella. Alguna vez alguien, sobra quien te de malas noticias, me dijo que vivía en Córdova, que la vieron en un restaurante sentada con un señor muy alto y elegante, que la se marchó en un coche muy lujoso, que la vieron perderse por unas calles obscuras. ¿Sabe? No sé, la ame, no, la amo tanto, que la rabia, la impotencia, de no poder luchar, de no tener ni siquiera una esperanza de volver a tener su amor fue el infierno más grande, junto con la muerte de mi beba, que viví en mi vida. Muchos años creí estar condenado en vida. Ya no volví a amar hoy estoy vació. No tengo más que dar.
- Yo no se dé cierto nada, sólo sé que morí el día que no regreso. Quiero decirle que yo sabía que ya no me amaba, lo había leído en sus ojos, en sus actitudes pero me encerré. Preferí ocultar la cabeza en el suelo y no leer, me dolía tanto. Hizo un silencio y agrego con voz fuerte - ¿No se ha dado cuenta? Hay momentos de nuestras vidas, pequeños momentitos, que nos cambian la vida; el conocerla, así como el que se haya ido fueron los momentos más importantes de mi vida. Ni a mi madre le llore tanto. No, no me volví a casar ni a juntar me quede en la misma casa, sólo, yo y mis recuerdos. Yo soy de los que piensan que el amor sólo florece una vez, sólo una, y que las demás veces son pálidos reflejos de ese gran amor. Las mujeres quieren muchas veces, nosotros una. Sí es la primera, la de en medio, la última mujer, no importa. Sólo una vez, recuérdelo, sólo una vez, amamos.
-- Mire, lo que le voy a contar es serio, no crea que estoy chanceando, en mi casa pasan cosas raras, por ejemplo: he visto luces extrañas, he visto moverse los objetos, ruidos y voces. Una noche hace poco, me levante al baño y vi de pronto una luz blanca, al acercarme a la luz vi que era un ser alado, un ángel, pero la carita la reconocí, era mi beba, igualita que cuando se fue. Corrí abrazarla, a besarla, pero se esfumo entre mis manos. No la pude tocar me quede sentado en el suelo y la beba reapareció y comenzó a ir a mí, me acaricio sin tocarme y me dio la más hermosa sonrisa que he visto, juro que nunca más he vuelto a mirar una sonrisa tan bella.
- Me dijo, en voz queda, que era mi ángel guardián que desde que se fue ella había estado al lado mío, cuidándome, hablándome al oído palabras quedas. Que cuando creía que escuchaba voces de mi propia mente realmente la escuchaba a ella. Que ella había estado todos los días y todas las horas conmigo. Me dijo que la razón por la que la venía era porque mis días en la tierra ya pronto llegarían a su fin. Que no me asustara que ella estaría conmigo siempre y que en su momento recogería mi alma para llevarla al cielo, que me amaba. Que no me preocupara más por su mamita que ya estaba con Dios, que el amor que yo le había tenido le alcanzo. Que mi amor por ella fue tan fuerte que le abrió las puertas del cielo. Que su último pensamiento fue para mí y sus últimas palabras fueron mi nombre, la persona que más le amo.

– Ante esto quede mudo, no sabía que decir. Después de un silencio, continuo su relato: - No le miento me solté llorando, yo que creía que ya estaba seco de llorar. Sentí la energía de mi hija repasarme el cuerpo. Y desapareció la beba Finalmente me quede dormido…

- Al poco tiempo después note que los pies se me hinchaban y que me dolía mucho la espalda, sufría mucho para orinar. Y bueno aquí estoy; el doctor me dijo que tengo un problema renal que lo tome todo con calma, que pronto me dializarían y bueno… Yo seguí aquí. Allá en la casa me moriría más pronto.

Sorprendido y cabizbajo escuche aquel hombre y su historia mientras pasábamos los Andes y el túnel del Cristo Redentor, en las alturas ya blanquecinas. Horas después llegamos a Mendoza, un Mendoza callado, un Mendoza cansado. Recogí mis cosas del colectivo y le di un gran abrazo a ese colectivero. Me dijo: “Por cierto ¿a qué viene usted a esta parte del mundo?” después de su historia sólo pude decirle que a recoger un sueño, a tejer un sueño. No pude decirle que yo no sabía todavía lo que era amar tanto. Nos despedimos con la seguridad de que ya no nos volveríamos a ver.

No supe ya de él hasta un día que en mi correo electrónico estaba un remitente desconocido, era el hijo de la pasajera que compartió conmigo el asiento delantero. Me pedía una recetas de cocina mexicana y me daba los saludos de parte de su madre; agregaba, que recién ellos habían llegado del cementerio por haber ido a despedir al chofer que nos había llevado a Mendoza en aquel día de marzo y que le había encargado su madre que me dijera para que rezara un padre nuestro por él y me narraba que extrañamente habían escuchado al momento de despedir el cuerpo de Rodrigo un aleteo fuerte como de una gran parvada de pájaros, que todos voltearon hacia arriba y que no había nada, sólo una extraña luz blanca, en ese día fantásticamente gris.

Y agregaba que todos al final se convencieron de una Ilusión colectiva. Fue lo último que supe del buen Rodrigo. Al terminar el mensaje me sentí triste, pero alegre, yo si sabía lo que había pasado. Sí, yo lo sé, su hija había estado por él, cumplió su palabra como sólo los ángeles saben hacerlo. Descansa en paz amigo mío, que los ángeles, tus ángeles, están contigo.

Padre nuestro que estás con nosotros…



Texto agregado el 03-12-2015, y leído por 117 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-12-2015 Es un conmovedor relato , hay personas que nos dejan algo más que palabras en el alma, gente ajena a nuestro círculo, pero están para ser escuchadas, para ser masticadas por el alma... momentos que hacen percepciones y relatos internos, me agrada volver a leerte. nonon
 
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