Me tomé el atrevimiento de pensarte sin después. Ni en las sombras ni en los nombres ni en los besos. Te atreviste a mirarme sin mañana, como quien mira con la saña de saber qué va a suceder.
Y acusando instinto, nos dejamos llevar. Salvaje, básico y real. Si es que los instintos pudieran mentirnos siquiera.
A sabiendas de que el ángulo de tu pelvis era el correcto, con conocimiento de causa y consecuencia, nos vimos llegar. Sublime y ansioso accidente geográfico tu triángulo de las Bermudas y mi tríada de carne y hueso, atravesados por los dioses de los mares y los excesos. Culpable el ángulo de 90 grados que se formaba entre tus piernas e impartía con recelo un centenar de sin opciones más que esperar que te enterrases con decisión en mi interior.
Eran manos impunes, dedos sumisos, brazos secuaces, que sin buscar compromiso se ataron aquella noche, ignorando todo reproche de un par de mentes locuaces que juzgarían con desapruebo la hazaña del derroche.
Tanta frivolidad y fiebre en un mismo acto. Tanto deleite causaba el impacto de nuestros cuerpos, que hasta un casto habría deseado ser el protagonista de semejante libertinaje.
“No hay impurezas donde habla el instinto”, pensamos. Y resolvimos no corromper la intuición con demasiados interrogantes.
No hubo pudor que nos detuviese. No hubo segundo en el que pudiese rechazar la seducción que destilabas.
Y se empañaba con sonidos de placer la habitación. Agudos los aullidos de goce que se dibujaban entre tenor y soprano, todos tocados por la piel, acariciados por el afán de ser uno, de ser ardor, de ser dioses, de ser mundanos.
Fuimos tributo al Fénix, pasión de renacer constante; nada de cenizas, sólo hogueras y fulgores, fruto de la sed, tragedia de mil amores.
Agonizaban los sentidos aún antes de tocarte. Desvergonzada tanta intención. Obsceno habría sido negarse.
Esa noche, en ese lecho, el mundo dejó de ser redondo, se unieron Cáncer y Capricornio. Nunca los polos conocieron tanto calor, se derritieron los meridianos.
Ya en el antes del después, te deseo una vez más. Y si quieres, coincidimos. Siempre serás bienvenido a otro día sin después.
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