Al encender mi cigarrillo empecé a verte caminar hacia mi, con tu sonrisa coqueta, aquella que hace juego con tu mirada de miel, tu mano estirada hacía la mía y tu brazo envolvente en mi cintura, con tu fuerte voz no dijiste lo que mis oídos quisieron escuchar, sin embargo tus caricias llenaron la ausencia que en las noches helaron mi ser, esas lunas sin tu tibieza, sin tu silueta tumbada junto a mi extraviado cuerpo, ese que se perdió en la confusión de un pasado extasiado de placeres ahogados, el blanco y negro fueron cediendo a tu gama de colores, en tus labios silenciosos se esfumó la tristeza, pero el filtro se acabó y llegó lo amargo de la nicotina a mi respiración y con la ceniza al viento, esa fantasía voló…