Había decidido optar por las palabras
desarmar su esencia
y que dentro del diluvio se transformaran,
había decido renegar de mis contemporáneos
y mostrarme tal como era
frente a quien me lo pidiera.

Anhelaba el devenir de una vida complicada,
la tinta escupida entre la tierra
de los que han sido desterrados,
la muerte saludando desde la otra esquina.

Había decidido vivir
con la tristeza oscilando el pecho,
con el delirio entre el palpitar de mis pupilas alucinadas,
y con una soledad austera
que salía a pisar la cobardía de los otros
en plena madrugada festiva.

La perversidad del poeta,
la perversidad que florece nuevamente en el poema,
la perversidad que se hace desvelo del sexo reprimido,
la perversidad que se mezcla en la ramificación de mis venas,
ay claro,
son tan perversa y oscura que he de reafirmarlo entre las líneas del pecado,
soy tan luminosa e inocente
que recurriré a la destrucción del tiempo que ha pasado.

Déjenme vivir,
enséñenme a volar
y si no es el caso:
¡Du'd d' amore!