Ahora miro en ese rostro el tinte añejo
de la huella que el tiempo deja impresa
y siento que una lágrima inconfesa
fluye en mi corazón, cansado y viejo.
Soy la sombra de ayer en su letargo
que espera despertar en otra vida,
en otro amanecer menos amargo
como una situación más querida.
La imagen del espejo adolecida
me mira con tristeza, y sin embargo,
esboza una sonrisa complacida.
¡No,yo no estaré arrepentido
de hipotecar mi vida por los míos!
aunque sienta en silencio sus vacíos.
Texto agregado el 27-11-2015, y leído por 122
visitantes. (2 votos)