Tiempo de hoy
“Un minuto que pasa es irrecuperable. Conociendo
esto, ¿Cómo podemos malgastar tantas horas?
Inicio estas líneas con una reflexión del patriota y filósofo hindú, Mahatma Gandhi, autor del principio de la no-violencia, quien alude los cuatros tiempos que existen: el pasado, el presente, el futuro...y el perdido!
Ese tiempo perdido es un mal de la época del que casi todos adolecemos, porque con frecuencia desaprovechamos muchas ocasiones para hacer algo útil, valioso o divertido.
El pasado y el futuro están íntimamente ligado al tiempo de hoy, que es el presente. El ayer es la memoria de hoy, es polvo y es, además, irrepetible. El futuro es impredecible: es humo y nos llega como memoria del hoy.
Me pregunto: ¿Por qué echar a perder lo bueno de este día tratando de resolver un futuro incierto, que por más esfuerzo que hagamos nadie podrá predecir? Decía el filósofo: “no cuides del mañana porque el mañana cuidará de sus propias cosas”. Si cada día trae su afán, no debemos albergar ansiedad por lo que aún no ha ocurrido.
Galileo, anciano ya, decía que tenía 8 o 10 años: los que presumía que le quedaban de vida. “Los años vividos –afirmaba- no se cuentan, como no se tienen las monedas que se han gastado”.
¡Cómo pasa el tiempo! –oímos decir frecuentemente, cuando en realidad somos nosotros los que pasamos. El tiempo es el lapso que se convierte en horas, días, semanas, meses, años y siglos, dejando su secuela implacable en todo. En el intervalo, el niño vigoroso se convierte en anciano; la semilla, en árbol frondoso; las edificaciones y los objetos, en ruinas...
Pensando en esta realidad se nos aconseja vivir intensamente el hoy tratando de hacer a tiempo lo que quizás el día de mañana nos niegue realizar. Y a la vez abrazar el pasado con remembranza y el futuro con ansia, porque si el presente es el tiempo de siembra, el mañana es el de la cosecha.
En la Biblia, en Eclesiastés 3, encontramos unos versículos que afirman que todo ocurre en su momento: “Hay un tiempo para cada cosa y un momento para hacerlo debajo del cielo”. Y abunda: “tiempo para llorar y para reír, para lamentarse y para danzar, para callar y para hablar, para amar y para odiar, para nacer y para morir...Todo, en fin, tiene su tiempo.
Asimismo la sabiduría popular acuña decenas de frases en las que este término es protagonista: Dar tiempo al tiempo; tomarse su tiempo; matar el tiempo. Todas ellas se explican por sí solas.
Y es que, queramos o no, estamos sometidos al inexorable caminar de las agujas del reloj que rigen nuestra vida cotidiana porque tenemos un horario para trabajar, para dormir, para asearnos y hasta para ver televisión. Nos exigen y exigimos puntualidad en nuestras citas y compromisos porque cada uno desea aprovechar al máximo su tiempo, aunque a veces lo que requerimos es una extensión del mismo mientras esperamos que las aguas “recobren su nivel”, o para no contestar abruptamente en alguna discusión.
Sea como sea, debemos tener bien claro que lo más importante es el presente, pues lo principal no es imaginar lo que presumimos vagamente a lo lejos, sino lo que tenemos al alcance de nuestras manos.
Llevar hoy las cargas de mañana, unida a la de ayer, hace vacilar al más vigoroso. Por eso es recomendable cerrar las cortinas de proa y de popa y disponernos a disfrutar de lo que nos trae el día desde que despertamos hasta irnos a dormir. Prepararse para el futuro es concentrarse con inteligencia para hacer bien el trabajo de hoy.
Todos podemos soportar nuestras cargas, por pesadas que sean, hasta la noche. Todos podemos realizar un trabajo muy duro, al menos por un día.
Cuando aprendemos a ignorar lo malo del pasado y a no pensar en la incertidumbre del futuro, nos convertimos en personas juiciosas para quienes cada nueva fecha significa una nueva experiencia.
Con frecuencia vivimos reservando cosas para usarlas en el futuro, ignorando que cada día es una ocasión especial. Por consiguiente, esa ropa, perfume, vajilla o comida que tanto disfrutamos debemos darle cabida –si nos apetece y así lo decidimos- en este día especial. Si vale la pena usarlo, verlo, escucharlo, comerlo...debemos hacerlo en los momentos que tenemos disponibles en el tiempo de hoy. Y cada día lo mismo.
Alberto Vásquez.
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