Mujer de Jade, tú no amas, tú deseas. Tú no lloras, tú sufres. Tú no atraes, tú aprisionas. No a cualquiera le queda tan bien tu piel, o le sienta tan delicioso tu aroma, o la decora tan estilosamente la vida.
Mujer valiosa, tú brillas. Tú iluminas y oscureces. Tú embadurnas con acierto y desacierto a todos los que te tocan. Pero, ¡dichosos aquellos a los que tú tocas!
Mujer tesoro, pocos merecen la gema de tu espíritu, pocos comprenden el interior de tu prisma, pocos soportarían ver a través de ti, pocos son dignos de la incertidumbre de descifrarte.
Mujer humana, que te haces carne, tierra, agua y fuego; que te haces tiempo, y día y noche; que te haces Bien y te haces Mal.
Mujer de Jade, de Jade líquido, permeable y voraz, inalcanzable y efímera, sutil y volátil.
Mujer joya, no te vendas al mejor postor, no te ahogues en el cuento de tu verdad o falsedad, no te ates a ningún cuerpo, no te pierdas a ti misma en el deseo de encontrarte.
Mujer, tú eres vida y eres muerte, no te permitas desaparecer; tú eres libertad y eres cadena, te haces reliquia tras cada amanecer.
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