El amancer pintaba el cielo de naranja y violeta, el aire aunque frío era reconfortante, invitaba a estar despiertos para este nuevo día.
Cuando abriste los ojos, llenos de amor y de ternura dijiste buenos días y luego hiciste tu oración de agradecimiento a Dios por el nuevo día.
Entraste sonriente a la cocina donde te espera una taza de café recien hecho que olía tan bien como sabía, el perro te saludaba con su colita bailarina y sus orejas para atrás, como siempre pasaste tus manos sobre su cabeza y el te retribuyo con unos babosos lenguatazos.
El agua tibia de la ducha acaricio tu cuerpo preparando cada parte de tu cuerpo para empezar renovado ese día.
Comiste tu desayuno completo sin dejar nada desde la fruta hasta todo el huevo.
Aunque el transporte publico estaba como todos los días, con bastante gente, fuiste paciente, calmado y comprensivo con aquellos que tenian afan, asi que esperaste hasta el siguiente bus, pues saliste con tiempo suficiente.
Al llegar al trabajo saludastes animadamente a tus compañeros, intercambiantes unas palabras y empesaste a trabajar, como de costumbre el tiempo paso volando y aunque no faltaron los inconvenientes y la gente malhumorada, con tu sincera sonrisa, buena actitud y encantadora voz les ayudaste.
El regreso a casa también tuvo el toque de mucho calor humano en el servicio publico y aunque no faltaron los pisones y empujones, mantuviste la tranquilidad, porque sabias que en casa te esperaba comida caliente y una cómoda cama para tu descanso.
El efusivo saludo de tu perro no se hizo esperar, te salto encima para recibir tu abrazo.
En este día no hubo tiempo para enojarse, quejarse o estar molesto. Pues estuviste ocupado disfrutando de las bendiciones recibidas y siendo parte del plan de Dios, cumplimiento con tus labores con la entrega y el amor con que Dios te concede cada día.