Después de que las brujas me dieran vino intoxicado, crucé la calle buscando ayuda y me subí en aquel taxi estacionado, me dijo que “¿A dónde?" le dije que “lejos”.

Y “lejos" resultó mas cerca de lo pensado, que con poquito más de medio tanque llegamos. Bajamos del taxi a una explanada cubierta con césped y este joven chofer me quitó los zapatos y ahí supe que lo quería, me apetecía.

Corrimos descalzos y esa noche antes de dormirnos en el auto le advertí que si teníamos hijos quería criarlos en el campo, acordamos casarnos bajo las estrellas y así lo hicimos. Una semana más tarde yo lo miraba sudar cuando cortaba la leña para la fogata recién prendida sobre la que yo cocinaba un caldo, era el momento para que escuchara mi cantar, así que canté, y mi pobre esposo cayó desmayado a unos metros cerca de mis pies, bueno que me toco flaco para arrastrarlo hasta la olla pero más bueno me quedo ese caldo.