Dicen que ese que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse. Si ya se lo tiene decidido para qué un escrito lastimero convocando al lagrimón y a la lastima del respetable y en forma cobarde endilgarles la culpa a otros sin realizar una autocrítica verdadera. Para qué exhibirse como adolescentes blandengues victimizándose por algo tan pueril.

Mucho he leído en este sitio referirse al Uneador/a, y sin pretender hacer una apología del personaje de marras, si creo conveniente exponer algunas apreciaciones pertinentes del asunto:

—Quienes se lamentan llorando como plañideras por la presencia del uneador/a son aquellos personajes “inflados” por su egolatría desmedida. Ellos y ellas están muy seguros que sus textos deben gustar a todos “a güevo” y ser calificados siempre con adjetivos empalagosos, por ejemplo: genial, lo máximo, sobresaliente, muy bonito, precioso, me encantó, excelente, etc. Desde luego se entiende que las apreciaciones contenidas en los comentarios son personales y subjetivas, por ello en la mayoría de los casos son tendenciosos y mentirosos.

—El uneador es sin duda un personaje molesto, nefasto cuando se empecina con algún cuentero, pero la propia página lo induce y encubre, recuérdese que los parámetros para calificar cada texto van del (1) No me gustó, al (5) Es maravilloso. No he leído por aquí que el puntaje debe ir acompañado de una justificación ¿o sí? Aquí una pregunta: por qué quienes lloran y patalean contra el anonimato del uneador y exigen se identifique públicamente para contestarle, por qué no exigen también a aquellos que lo comentaron con un “genial” expliquen también en público el porqué de esa adjetivación. Desde luego que no lo harán jamás.

—No se necesita mucha imaginación para percibir el “desmadre” que se armaría en este sitio si cada uneador se idéntica frente a su víctima, si así “en lo oscurito” una sólo estrella da lugar a despedidas ramplonas y amenazas de volver para continuar en lo mismo, el círculo tortuoso del “ahora me voy, pero regreso con el mismo Nick u otro distinto y, si me vuelven a unear me vuelvo a ir y así indefinidamente por los siglos de los siglos.

—El victimizado por el uneador, finalmente me parece se lo tiene merecido cuando no muestra ni la mínima capacidad para irse con dignidad, siempre tienen el argumento ramplón de un texto de despedida, sabedor que no faltarán los incondicionales irrefrenables que saltarán a la palestra en su apoyo, tan falso como los comentarios que antes le indilgaron. Nada más sencillo que voltear a ver lo que nos dijeron en sus comentarios esos defensores a ultranza, esos adalides de las causas difíciles y siempre ajenas, quienes solo vociferan para darse a notar, hasta que alguien con criterio les pide que no intervengan en asuntos que no les son propios.

Antes de concluir esta reflexión debo reconocer me queda una duda, por qué si está decidido irse, se dan algunos días de gracia después de la despedida, ¿es tanto lo que se deja? O ¿es tan poco lo que se puede encontrar fuera?

¡Ah uneador, uneador, uneador! Para los ególatras eres el terror, en los demás causas risas y por qué negarlo… un poco de escozor. Y a los que se despiden entre llantos como de fémina sin marido… “No lloraré porque te vas, sino porque no te has ido.