Esaú y Jacob
Isaac hijo de Abraham (que pasó a la historia por no saber encajar una broma y tomarse al pie de la letra lo que le decían desde “arriba”, que a punto estuvo de costarnos un disgusto), contrajo, lo que se contrajera en aquella época, con una señora llamada Raquel.
Isaac y Raquel concibieron y parieron nueve meses después (ella por supuesto), no hemos evolucionado nada en este apartado, a los gemelos Esaú y Jacob.
Esaú (ojito derecho de papa) era el primogénito por orden alfabético y de nacimiento (3 minutos antes que su hermano), fornido, robusto y muy peludo (no se le había caído aún el pelo de “la dehesa “) se dedicaba a la caza, quiero pensar que por su apariencia, que le permitía camuflarse entre otros animales y aproximarse a sus piezas sin ser detectado como una amenaza.
Jacob (ojito derecho de mama) era esbelto, atlético, de bellas y delicadas facciones sin atisbos pilosos, se dedicaba al pastoreo, y en sus ratos libres a la gastronomía (era un magnifico cocinero).
Ocurrió un atardecer en que Jacob daba rienda suelta a sus dotes culinarias, preparado unas lentejas con sus ingredientes secretos que inundaban el campo con un aroma irresistible, su hermano que estaba de caza a pocos kilómetros se vio irremediablemente atraído y se dirigió como un poseso al origen de “la ambrosia” con la única intención de devorar lo que se estuviese cociendo.
Jacob se disponía a zamparse la delicatesen que había preparado, cuando hizo acto de presencia Esaú, quien siendo consciente de que su hermano no tenía intención de dejar que lo catase, rogo, suplico y finalmente vendió sus derechos “dinásticos” a cambio de engullir el delicioso plato.
Isaac que por aquel entonces debía tener 300 años, empezaba a tener los problemillas propios de la edad, estaba sordo como una tapia, ciego como un murciélago y con menos olfato que una anemona, Raquel que estaba al tanto de “la transacción” entre sus vástagos, con la aviesa intención de favorecer a su hijo menor, lo disfrazo de oveja para hacerlo pasar por el peludo Esaú (el legitimo heredero) lo hizo entrar en los aposentos de su esposo para que este lo bendijese como primogénito, y así fue como el pobre Isaac fue vilmente engañado, pues cuando impuso sus manos sobre los hombros de “la oveja” no pudo distinguirla del tacto de su amado Esaú, y proclamó a Jacob heredero universal.
El Cristo que se montó a continuación entre los dos hermanos, os lo contaré otro día que se me están quemando las lentejas.
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