Onírico
Velo tu sueño y mientras recorres mundos fantásticos observo con detalle la placidez del viaje que realizas.
La tranquilidad de tu semblante, el ritmo de tu respiración, la sonrisa que se dibuja en tus labios, son reflejos de tus andanzas por esos mundos apacibles, luminosos, coloridos.
Hasta tus pupilas cerradas reflejan paz. Los músculos de tu rostro, de tus brazos, están relajados. Estás en Presencia Divina y proyectas lo que recibes. Reflejas en tus sueños lo mismo que ofreces cuando estás despierta: dulzura, tranquilidad, alegría, ternura…
Yo, que vivo entre sobresaltos, observo la expresión de tu rostro dormido –que tiene algo de luz, de miel y de sal- y me imagino contigo en ese viaje fantástico, entre nubes y cantos de gorriones.
Distrae mi atención unas voces y un sutil aleteo que percibo en el ambiente. ¡Ah, No te turbes, mujer! Son ángeles, que cansados de vagar por caminos inhóspitos y solitarios, procuran, como yo, de tu dulce compañía.
Alberto Vásquez.
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