Los abuelos
Mis abuelos muertos son ventanas deshabitadas.
desiertos en el cielo que jamás visité.
No sé si fui parte de sus últimos recuerdos.
No sé si sabían.
Yo siempre los supe mi sangre fantasmagórica y perdida en a- de- enes- amarillos como papeles viejos.
Vi su nombre en las actas de mil novecientos setenta y nueve.
Mi acta decía "viva" con tipografía de máquina de escribir.
Ellos estaban vivos
Y se fueron muriendo desde el principio.
Desde que nací.
No hubo tardes en la casa de los abuelos, ni cuentos al dormir.
Es verdad, nunca me quisieron.
Yo nunca estuve ahí.
Pero ellos...
Tenían nombres, ascendencias, pequeñas historias que como hilitos sostienen aun lo que soy cuando escribo mi apellido, cuando veo sus rostros en las primeras arrugas de mi cara...
Me pregunto ciertamente en qué momento se murieron
para seguirse yendo.
Creo que sólo cambiaron de trayectoria,
Se alejaron más, como quien gira cuando se alcanza el fin de la pared del laberinto,
hacia la salida fingida de la vida.