Arrumbados, sin orden ni clasificación, se encontraban sus escritos desperdigados por todo el reducido y lúgubre espacio que habitaba. Un pequeño espacio que lo mismo era comedor, sala de estar, cocina o dormitorio.
La mayor belleza del lugar la constituía una pequeña ventana. Conjuntamente a su apertura matutina, se daba inicio al más increíble espectáculo para quien se diera el tiempo de observar y regocijarse; un sin fin de diminutas partículas luminosas de polvo flotaban, brindando diversos destellos de luz, conformando un universo encapsulado. El sol, en su recorrido, iluminaba los empolvados y repletos anaqueles llenos de libros y recuerdos de viajes realizados en su juventud. En un costado, sobre una mesita en la que ya no cabía ni un periódico más, se encontraba una infinidad de recortes conteniendo las críticas de sus publicaciones; frágiles hojas con apenas visibles letras que casi se diluían fundiéndose en un amarillento fondo.
Solía sentarse frente a la ventana y dejar que el sol entibiase sus adoloridas rodillas aliviándolas con su calor, fumaba profusamente, a pesar de que su eximia mensualidad apenas lo permitía.
Resignado, observaba en silencio su máquina de escribir. ¿Cuánto tiempo ha pasado?, a él le parecía una eternidad. El silencio se había alojado en el reducido espacio. Hasta el teléfono había dejado de timbrar. Imaginó del otro lado a su editor, ya rendido de llamarle exigiendo una nueva entrega, o quizás la vida había cobrado factura y éste había muerto sin que él se enterase.
Una tarde cualquiera, sus musas comenzaron a susurrarle. Poco a poco fueron cobrando vida, hasta transformarse en amenas conversaciones y risas; la primera en aparecer fue la hermosa damisela Leonora con su vaporoso vestido de gasa, luego la exótica y encantadora Simone con su sensual acento francés y aquella su perfecta y frondosa cabellera trigueña, finalmente apareció Doménico, el pequeño niño que junto a él aprendía ajedrez, se aferraba de su mano y cariñosamente le llamaba abuelo.
Su mente quedó atrapada entre los personajes de su feliz mundo de novelas, ¿su cuerpo?, fue llevado por los hombres, dicen que iba sonriendo.
M.D |