Publicado en 2013
La oscuridad de la noche se batía en retirada mientras el sol con timidez se insinuaba tras la loma, abrió la ventana y respiró profundamente, el aire helado le produjo una punzada de dolor mientras inundaba sus vías respiratorias, a pesar del intenso frio permaneció inmóvil escuchando el despertar de la naturaleza, el canto de un gallo, el ladrido de un perro, el mugido de la vaca y… !!Mariaaaaaaaaaaa!!, su esposo la llamaba a gritos.
María y Joaquín eran los orgullosos propietarios de una pequeña granja ubicada en una Galicìa profunda - bucólica y pastoril, que con gran esfuerzo y trabajo sacaban "adelante", dejándose riñones, hígado y corazón, algunas tareas eran tan duras que la mujer se había dislocado un hombro, el médico le había recomendado reposo durante un par de semanas, podía dedicarse a las tareas domésticas que su estado le permitiese, pero tenía totalmente prohibidos los trabajos propios de la granja, Joaquín se vio abocado a realizar tareas a las que no estaba acostumbrado, el ordeño de la vaca era una de ellas, por eso gritaba llamando a su mujer desde la puerta del establo, estaba acostumbrado a tratar con animales pero... nunca tan "íntimamente".
-!!María por Dios!!, estas segura que no puedes?.
Ella se limitó a señalar con la barbilla hacia su hombro herido y antes de cerrar la ventana sonriendo cariñosamente, le dijo:
-Si yo puedo, tu puedes, me has visto hacerlo miles de veces, haz lo mismo, y date prisa con la leche, la necesitamos para desayunar.
Joaquín resignado entró en el establo, se acercó al animal, vaca frisona de generosas ubres (cinco, anomalía genética, muy rentable) grandes y brillantes, se sentó en el banco y comenzó a ordeñar, pero el "bicho" no tenía previsto colaborar, le desagradaba el contacto de aquellas manos tan grandes, callosas y heladas, se revolvía y pateaba en señal de protesta, volcando el cubo, derramando la poca leche que había logrado extraerle, el hombre al borde de un ataque de nervios, buscó una cuerda y ató las patas traseras del animal, con la intención de inmovilizarlo, pero la bestia comenzó a mugir desesperadamente, incrementando la ansiedad del "ordeñador" que inasequible al desaliento, reanudó su trabajo con acompañamiento sonoro de gruesos exabruptos, que mi buena educación me impiden reproducir, pero el animal continuó moviéndose convulsivamente (entró como en un trance demoníaco) imposibilitando el trabajo, Joaquín pensó que lo mejor era inmovilizarla completamente, buscó otro trozo de cuerda y ató las patas delanteras, ¡!ahora sí!! exclamo, satisfecho, prosiguió con su labor, pero… el cansino animal comenzó a mover el rabo con rabia y desesperación , ya había recibido tres latigazos uno de ellos tan fuerte que le hizo caer al suelo, el hombre "desorbitado" (con los ojos fuera de las órbitas, difícil, pero no imposible dadas las circunstancias) buscó otro trozo de cuerda, que no encontró, como último recurso, se sacó el cinturón, prendió el rabo (de la vaca) y se subió al banco enfrentando el trasero del animal, trataba de fijarlo a la viga que estaba justo encima de ambos, el trabajo se le resistía, forcejeaba intentando pasar el cinturón alrededor del madero, entre la postura forzada y los movimientos que realizaba, los pantalones le resbalaron hasta las rodillas, seguido de los calzoncillos, pero nada en el mundo le impediría lograr su cometido.
Debida a la gran tardanza de su esposo, María entró en el establo, un grito horrorizado se escapó de su garganta al descubrir tan aberrante imagen.
-!!!!Joaquín por el amor de Dios!!!, que haces?
-María, tu qué crees? es tan evidente, que si tratará de negartelo no me creerías.
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