Casi te quemo el celular de tanto llamarte.
Soy intensa, no contestas mis llamadas para no escuchar mis consejos.
¡Tranquila! … después comprenderás.
Te marchaste de la casa
porque sólo así serías feliz.
¡No importa! Siempre te esperé con los brazos abiertos.
En cada cumpleaños ignorabas
mis detalles, mis ganas de abrazarte y contemplarte como
cuando eras un bebé e inclinabas tu cabeza en mi pecho para
Peinar tu cabello con mis dedos.
¡No hay problema! Te entiendo.
Hoy, cuando mi piel pegada al hueso está
de tantas lágrimas deshidratada estoy
y agonizando me encuentro,
en la habitación inhóspita de éste lugar.
Elevo la mirada al cielo para darle gracias
a Dios por escuchar de tus labios:
TE AMO MAMÁ
y yo sin poder gesticular palabra
con una sonrisa tenue
te digo: YO TAMBIÉN TE AMO, HIJA
mientras desciende de mi mejilla la última lágrima.
Texto agregado el 06-11-2015, y leído por 171
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Lectores Opinan
16-10-2016
a veces somos muy ingratos con nuestras madres, nos damos cuenta cuando es tarde satini