-¡Objeción! –Gritó el Fiscal parándose de su silla-, ¿cómo que inocente? ¡Este hombre es un pedófilo!
-Si, tienes razón –dijo el abogado defensor-. Mi cliente, el maestro Lennon, es un pedófilo… pero no un violador.
-¿Y?
-¿Cómo que “y”? Si no lo recuerdas el delito por el que se le imputaba a mi cliente era el de violación, no el de pedofilia. Se ha demostrado que es totalmente inocente de eso porque la misma Camila admitió abiertamente hace poco que si accedió a acostarse con él por voluntad propia. De que es un pedófilo es un pedófilo, pero no se le está juzgando por eso.
-Es cierto –terció alguien del jurado-. Si se le acusara de pedofilia sería totalmente culpable.
-“Maldita sea” -pensó el Fiscal.
-Entonces –dijo el Juez-, declaro al acusado Matt Lennon inocente.
El Juez golpeó co su martillo su escritorio. Hubo un silencio sepulcral y fantasmal en la corte. El maestro y su abogado estrecharon sus manos en señal de victoria. Todos se retiraron con una sensación de tristeza y derrota a la vez. La justicia que tanto esperaban… simplemente no llegó en esta ocasión.
Cuando regresaron a casa, lo primero que hizo Camila fue correr hacia su habitación a llorar. Su madre trató de consolarla por todos los medios posibles, pero fue inútil. Estaba realmente destrozada mentalmente por lo que había ocurrido en el juicio. Finalmente, su madre se dio por vencida y fue a su cuarto, donde el padre se encontraba revisando su gavetero.
-¿Cómo está Camila? –preguntó sin dejar de revisar el gavetero.
-Nada bien. Está realmente afectada por lo sucedido.
-Sabes, en momentos como este te preguntas si la justicia que existe es realmente justicia.
Hubo una pequeña pausa.
-¿Y qué haremos con Camila? –preguntó la madre.
-¿A qué te refieres?
-Ella va a repetir el curso y ese hombre, el maestro Lennon, será su mismo maestro.
-Ah, es cierto –dijo el padre con desinterés, como si no hubiera estado prestando atención.
-¿La cambiamos de instituto?
-No, tengo una mejor idea.
La madre se sorprendió un poco.
-¿Ah sí, cuál es?
Su esposo sonrió y se volteó. En su mano tenía una pistola, calibre 22.
-Ya sabes lo que dicen: Si quieres algo bien hecho… -recargó el arma- hazlo tú mismo. |