Era una disco de luces rosas de una ciudad tranquila que la gente mayor evitaba porque era la entrada a la perdición y según ellos ya no hay salida.

Fue una noche de sábado de un mes que todavía no se específica, en el que dos almas joviales se encontraron cara a cara en la pista de baile. Nada más dilatando y contrayendo las pupilas se comunicaron y se fueron acercando, él comenzó con lo sencillo, a menearse para un vals y ella que nunca antes había bailado lo siguió, él la giraba, la acercaba y la alejaba, la controlaba completa hasta que el DJ cambió la canción.

Se tenía que bailar danzón y él sólo sabía de bailes lentos, así que ella muy tranquila improvisó y le salió tan natural que fue una diva. Ya en el centro siguió bailando salsa, merengue, después cumbia, rock ’n’ roll y samba y cada vez movía los pies más rápido y de tanto moverlos empezó a salir humo, ella ya estando así de perdida no pudo parar, el fuego inició y al primero que incendió fue a su compañero, aquel que perdió el ritmo.