Yo que veía la hora,
Me apresuraba para estar
En esa cita con mi ombligo,
Para confesarle mis adúlteros suspiros
Que embarraba con mis dedos sobre el colchón de su vientre

Que barnizaba con mi lengua haciendo un liviano arroyuelo de saliva.

Cuando decía,

Me atreveré a deshacer,
Esos nudos pudorosos en tu garganta,
La estupidez de no decir que te amo
Por temor a que rehuyas
Este sagrado sacrificio
Y termine maldiciendo estas medio fugas endemoniadas para verte.

Cuando necesitaba,

De más horas al amanecer para ensoñarme en tus ronquidos,
De más poesía que inventarle a tu deseo,
Algo de reencuentro que escribir en el diario
Y un tanto más de regalías por el servicio de quererte.

Y me resignaba,

En la aceptación de lo imposible,
La burla del para siempre de esta farsa,
Que miente obsesiva a tu pasado,
Traicionera y prostituta .

Se marchita de guardarla en el sobre de tus cartas sin respuesta,
Y se oxida con el aire
Que no respiras junto a mí

Y con los futuros días
En que tú y yo no habremos de ser presentados.