En una ciudad pequeña, polvosa y con un clima extremoso (un calorón en verano y un frío que cala los huesos en invierno), pero cerca de los Estados Unidos, es donde sucede la historia.

La autoridad la enseñorean los barones de la droga, desean que no haya problemas para no estorbarles el trasiego de enervantes con la gran potencia, por lo que los habitantes viven tranquilos. Como en todo lugar pequeño hay la clase alta que en este lugar, no tan paradisiaco, lo representan el señor cura, el médico, el juez y el boticario. Éste último con una hermosa hija, Lupita, en edad de merecer.

La tranquilidad del lugar se ve alterada por el secuestro de la Lupe. Las fuerza vivas dan el apoyo al angustiado padre y esperan el llamado de los plagiarios. Esto sucede a los tres días después del suceso:
—Tenemos a la muchacha y debe cumplir nuestra petición —exige por teléfono el malandrín.
—No lastimen a mi bella princesita —dice el boticario— ¿Qué es lo que quieren?
—Somos dos, por lo que debe mandarnos 10 millones a cada uno.
—No tengo tanto dinero.
—¿Quién habla de dinero? Lo que queremos es penicilina. Pues su cabrona princesita nos ha contagiado una gonorrea de órdago.