De repente mi cuerpo desapareció gestando un universo de recuerdos, y en una luna de incesantes sueños, sentí el bosquejo de los días bajo la tutela de mis formas. Como una aparición, me desgarré en las eternas calles silenciosas que deambulaban por mi mente, expectante del asombro. Fui niña trepando el paradero de las cosas o anciana titubeante en los confines, para cifrar mi rostro delineado entre las sombras, cuando el sol aún poblaba mi existencia. Como una mueca me deshice en los escaparates del recuerdo, entrando y saliendo de mis huellas, buscando inevitablemente esos rincones de la infancia. Pude rozar la finitud inmersa en una niña o saltar las solitarias sogas del exilio; crecer en ese abismo que trasciende lo irrecuperable, hasta vislumbrar un soplo de la realidad. Ahora sólo vuelvo a descender bajo las notas de un itinerario trunco, junto a este lento devenir, que se desangra en la existencia de las horas.

Ana Cecilia.