Tenía que tener mucho cuidado cada vez que abría la boca pues reunía la particularidad de decir siempre verdad. Todo lo que pasaba por su truculenta imaginación era cabalmente lo cierto.
Ganada tal fama, si no coincidía con lo objetivo, por el mismo hecho de su prestigio, lo que surtía de su magín se hacía realidad.
Lejos de constituir un privilegio acabó siendo para el hombre una pejiguera. Todo el mundo le seguía en el pueblo para que les tocara pues había acabado siendo un hombre providencial.
Lo sometían a tales sobos que había perdido completamente la intimidad. Añoraba los viejos tiempos en que vagaba sin que nadie le importunara.
Todo comenzó un buen día en que se le ocurrió acudir a una biblioteca pública y decidió empezar a leer.