Vuelven a ser invisibles entre sábanas, sombreros de bruja y máscaras y bajo la tenue luz de una farola aguarda la esperanza. Permanecerá cauto y alterable, nervioso como un niño la noche de reyes y cuando las bolsas pesen lo suficiente para hacerles aminorar el paso… ¡obtendrá su premio! Cinco, seis, siete… ¿serán suficientes para saciarlo? Abrir su envoltorio, juntarlos, fusionarlos… hasta obtener, la mezcla perfecta.
- Por fin seré visible, por fin seré aceptado... - musita imaginando el que será su nuevo rostro; confeccionado con dulces e inocentes facciones infantiles, sonrisas desgarradas y cosidas con mimo, con la precisión, de un relojero.