La Srita. Dew entra por la puertecilla simulada de la cortina verde oxidada de lámina después de ver el letrero que dice "Sí hay servicio".
Paga por un shampoo de hierbas y un jabón chiquito, toma el tickete, cartoncito gris y sigue al muchacho que carga trazas de toallas tiesas,almidonadas.
Desde la entrada del baño número tres ordena una sangría con limón y mientras espera se quita los aretes, el reloj, los prendedores que sujetan el cabello y el cinturón y, más por vergüenza que por generosidad le regala los pesos restantes del cambio a su camarero.
El vapor comienza a llenar la habitación; después de la cerveza oscura cae el pantalón, se desnudan los pies y finalmente la parafernalia del mal del brassiere y la blusa.
La Srita. Dew canta y siente que el agua quema un poco la piel. Los dedos juguetean con algo de vello suave, tanto ha que no estaba ahí y de pronto el canto es algo más quedo que un tímido gemido.