Como no fumo, cuando compartimos sin pudor el resuello, a la espera de restituir el orden entre las sábanas, antes de acudir a la ducha, busco en mi mente un reloj. Un mecanismo mediante el que manipular el tiempo para repetir el preciso instante en el que la combustión de las intenciones nos hizo hirvientes. Un resorte que, al contrario, disponga la realidad en la casilla de salida hacia una nueva conjunción.

No quiero decir palabras y busco un caramelo.

Intento retratar el pasado por si necesito ser pirómano de mí mismo. Seguramente también acudiré a ti cuando ya no nos tengamos y los fósforos que prenderán mis testículos procedan de una caja ilustrada con el recuerdo de tu vulva…

Ahora me peinaré como te gusta. Pronto me encuentro contigo.

No diré nada de esto. Temo parecerte sucio y anhelo, sin embargo, que te guste.


Y lo redactó así, como nota pendiente que enviarse.