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“-¡Soy un verdadero estúpido! ¡Un cretino monumental!...” dijo Hoja al resto de sus impasibles compañeros mientras estos pendulaban al compás de una ligera brisa indiferentes, cada uno en su porción de rama.
- ¡Me dijo que pronto volvería! ¿Cómo pudo mentirme de ese modo tan cruel…como pudo…? – mientras la congoja se le hacia un nudo más venoso de lo normal en una de sus múltiples ramificaciones.
- ¡Oh! Callate ya! ¡Si es cierto que eres un estúpido, por no decir además que un quejita inconsumible! – le contesto otra Hoja desde un poco más arriba completamente hastiado.
- Lleva meses así. Es insufrible. – dijo otro gritando desde la copa. – Estamos hartos de oír tus lamentos. ¡A todos nos dijo que volvería, idiota!
- ¡Eso es imposible! – contesto Hoja rebelando sus tres puntas hacia arriba en modo desafiante. -…Yo soy distinto. ¡A MI me dijo que era distinto! Todos ustedes son normales, vulgares y yo sin embargo soy diferente… ¡mírenme!
- ¡Ya esta otra vez jactándose de su florecita el estúpido! – contestó enojada una gran Hoja marrón cercana al tronco. - …Tú no eres distinto pequeño, tú eres anormal. No tienes más que mirar a tu alrededor para comprobarlo.

Hoja volvió a repasar por millonésima vez a sus compañeros de rama hasta lo máximo que podía vislumbrar. Hoja marrón estaba en lo cierto, muy a su pesar;
Todos sus compañeros de árbol lucían sus tallos y ramificaciones de cuatro puntas, unas más verdes (las más jóvenes, que apenas le conocían y que muchas veces se reían de él cuando el aire movía su rama en contra dirección), otras más oscuras y marrones que eran las veteranas y algunas grisáceas muy arrugadas que ya apenas se balanceaban. Aunque cambiaran de tamaño y color, la verdad es que todos tenían cuatro puntas, mientras que él solo tres y aquella repugnante flor blanquinosa que crecía desde hacía algunos meses en su pecho.
- …me dijo que volvería…que nunca me olvidaría – comenzó a sollozar descorazonado.
- ¡Caramba! ¡Todos los días igual! ¡Por qué no te vuelas de una vez y nos dejas tranquilos! – le gritó algún otro desde la oscura protección de la copa. -… ¡Eso, vuélate y deja de darnos el plomo, anormal!...Eso te pasa por fiarte de una mujer. ¿Cómo no viste la mentira en sus ojos? ¡Te engañó como a un miserable bobo. ¡Solo te tenía lástima porque eres deforme!... ¡Con esa estúpida florecita que tienes!...- y un montón de silenciosas carcajadas rodearon a Hoja, mientras dos gruesas gotas de rocío recorrían sus puntas.

Lo cierto es que el invierno llegaba a su final y hacia meses que Hoja no sabía nada de ella. Recordó cuando la vio por primera vez en el verano y, aunque él aún era un retoño, quedó prendado de sus ojos verdes como esmeraldas puras. A su memoria acudían toda clase de recuerdos con ella, como cuando se mecían juntos en la rama mientras se contaban secretos. O como al principio del invierno, durante aquella nevada temprana él le guardó un copo muy especial entre sus puntas y que cuando ella llegó no era más que una gota…¡Como se reían uno del otro cuando ella le decía que tenia una flor paliducha y él le contestaba que con su cabello largo y desmarañado barría el suelo del bosque!; Cuantas tardes de Otoño miraban en silencio como el Sol se ponía tras las colinas y ninguno articulaba palabra ante el derroche de amarillos, rojos, azules y violetas del cielo….Cuantas noches se mecieron juntos en la rama mirando las estrellas…

Pero en honor de la verdad, ella nunca más había vuelto desde el día que se marchó, sin dar explicación alguna.
En aquel momento, con aquellos recuerdos que ahora se le hacían tan dolorosos, Hoja creyó romperse por dentro… ¡Un momento!
¡No era una sensación! ¡Su tallo se resquebrajaba poco a poco de la rama y a penas ya la sostenía una pequeña hebra!
Una inoportuna brisa de aire terminó el trabajo y de repente Hoja se vio horrorizado cayendo en espiral hacia el suelo desde su Árbol.
- ¡Miren al “especial” cayendo antes de tiempo! – Oyó mientras descendía vertiginosamente hacia lo desconocido. -… ¡Que aún no es tiempo, pedazo de anormal!- le grito otro próximo a la base.

En unos segundos Hoja se encontró panza abajo en un suelo plagado de extraños insectos, piedras y hierbajos, y en ese momento supuso que había llegado su final.

No supo cuanto tiempo permaneció allí tirado. El viento le balanceaba sin rumbo en ocasiones y en otras permanecía inmóvil durante eternidades. En la lejanía aún podía divisar a Árbol y ya apenas podía distinguir a nadie conocido. Todo a su alrededor era extraño y confuso. Estaba rodeado de otros Árboles exoticos y plantas que le miraban con mala cara, que es la cara que siempre se le muestra a los extraños. En eso se había convertido. En una especie de despojo extraño. Su característica flor paliducha se había endurecido de forma espectacular, de manera que ahora era un troncho duro como una piedra y que en ocasiones le hacia incrustarse en el blando suelo, permaneciendo allí por semanas enteras. Hoja perdió toda esperanza y se rindió a su destino esperando pacientemente a que la muerte le llevara.

Una mañana de lluvia se despertó de entre aquella tierra blanda y negra que lo atrapaba y sintió como una brisa fuerte le daba la vuelta embutiéndolo aún más en aquella argamasa… ¡Y de pronto, la vio! ¡Era ella! ¡Había vuelto a buscarle!
Su pelo largo y enmarañado parecía entremezclarse entre todo el bosque. Plantas y árboles quedaban atrapados bajo el influjo de aquella melena espectacular que acariciaba a cada ser vivo de los alrededores, cuando ella posó sus ojos verdes esmeralda de nuevo en Hoja.
- Hola…- se atrevió a decir Hoja completamente alucinado por la belleza y la luz que la envolvía. - …creí que no vendrías, que me habías abandonado…que me habías olvidado…
- ¡Como iba a olvidarte, hijo mío – le contestó con una voz que parecía provenir de cada rincón del bosque. - …Vine a buscarte, como te prometí, en su tiempo.
- Lo sé. Siempre, en el fondo lo he sabido, pero ¡mírame ahora! Estoy sucio, medio enterrado y endurecido como una piedra. Ya no soy el de antes. Ya no tengo la flor que te guardaba.
- Si la tienes.- contestó con dulzura. - En tu corazón la llevas guardada, debajo de esa coraza esperando a que yo llegara.
Ella se acercó a Hoja y con unos dedos finos y verdes como una aurora boreal lo enterró con mimo en aquella rica y húmeda arcilla.
- Desde hoy nunca más te llamaré Hoja – dijo con suavidad.
- …¿Y entonces, como me llamaré?
- Roble. Desde hoy te llamarás Roble.

Y con un beso y una nueva promesa de volver le dejó para marcharse sinuosa a repartir la vida que albergaba en su interior por todo el bosque.





Texto agregado el 27-10-2015, y leído por 279 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
29-10-2015 *****¿La primavera tiene ojos verdes? Es un encanto de cuento, digno de ser compartido a otras generaciones. Solo_Agua
28-10-2015 Muy hermoso. El final es apenas el inicio. galadrielle
27-10-2015 Que maravilla descubrir éste texto, me propone nuevos horizontes. Saludos! TuNorte
27-10-2015 Me alegra estar presente empapándome de tu narrativa, cómo emulas en forma notable a la floresta y la viste de alma humana, los parlamentos están muy bien llevados, te felicito nonon
27-10-2015 Un placer leer este relato. glori
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