Inicio / Cuenteros Locales / perogrullo / La caza, dos.
El tiempo en aquella estancia se hacía opresivo. A lo lejos se divisaba desde la ventana una casa de color verde; un verde hecho aposta, elegido dentro de una gama de verdes para ser sorpresivo.
Quizá guardara algún mensaje descifrable, pero al hombre no le resultaba más que algo llamativo y poco más.
Era sábado, de los últimos del mes de octubre; un octubre septembrino, si bien se mira- pensó.
Se hubiera despachado, si a mano hubiera tenido, un bocadillo de jamón.
Imaginó al vecino envuelto en parecidos pensamientos. No imaginó: estaba seguro de que el vecino se estaba despachando un bocadillo de jamón( y del bueno).
Un octubre, por tanto, septembrino y con olor a jamón. Nunca jamé jamón( pensó en aquel epitafio de haber abrazado la fe islámica). Se rió de su propia ocurrencia( a veces le pasaba). Era raro, pero en ocasiones hasta se descojonaba de la risa( no se me ocurre otra expresión para retratar la risa en grado sumo).
Relajaba, de este modo, el abdomen. En una ocasión fue tan estruendosa la risa que los vecinos llamaron a la municipalidad. Se pueden imaginar los decibelios. La fuera de un buen chiste, para que se hagan cuenta.
Si fuera calvo no llevaría barba- reflexionó para sus adentros.
Tenía que llevar el coche a un taller mecánico. Lo había soñado en uno de aquellos sueños premonitorios que tenía. Hacía un día calmo, gris y misterioso. Entre las nubes, sin embargo, se colaba algo de luz solar. Las hojas del árbol de su patio trasero oscilaban levemente al compás del movimiento que les imprimía el lejano vientecillo.
Desde la ventana se veía una panorámica general de los tejados de la vecindad. Si salía humo de las chimeneas era prueba evidente de que se podía salir sin abrigo. De hecho era su termómetro particular. Aquella mañana no se apreciaba una sola señal de humo en lontananza.
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Texto agregado el 26-10-2015, y leído por 82
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