Puedo asegurar que fue amor a primera vista; apenas verla y contemplar su esmirriada figura, bastó para enamorarme de ella. La mirada melancólica casi triste de sus ojos, me dejó aturdido, fascinado. Su actitud era la de una mujer insegura, confundida; como si no supiera a dónde dirigirse vagaba extrañada, indecisa. Hubiera querido ayudarla en ese momento; deseé con ansia que volteara y supiera que estaba yo allí, muy cerca, observándola, dispuesto a auxiliarla en cuanto ella me lo pidiera. Pero era imposible que se diera cuenta de mi presencia, porque Macha Méril sólo estaba en la pantalla, protagonizando el filme “Una mujer casada”, de Jean Luc Godard (1964). Seguí mirando el televisor, admirando la belleza incomparable de esa mujer que un par de minutos antes era una perfecta desconocida para mí y de la que ahora podía asegurar que ya la amaba. En mil novecientos sesenta y cuatro ella tenía veinticuatro años (nació en mil novecientos cuarenta). Yo rondaría por los nueve. Qué desincronía, qué desencuentro. Macha (María Magdalena Vladinirovna) tiene ahora setenta y cinco y yo sesenta, ya no se ve tan lejos la diferencia de edades; sin embargo, cuando cumplí los veinticinco años y ella cuarenta, quizá podría haberse dado un encuentro, casi imposible claro está. Ella era (y sigue siendo) una rutilante estrella francesa y yo un oscuro don nadie avecindado en México, que ni siquiera sabía de su existencia, hasta ahora.
Fueron sus ojos rasgados de mirada inquisidora, curiosa, los que me cautivaron. Desde la pantalla su frágil cuerpo parecía pedirme que la protegiera. Sé que no era así, en el filme ella era una mujer casada y además con un amante. Buscar en la red fotos de Macha Méril, los nombres de algunas de sus películas y la biografía de su vida fue mi acción lógica luego de conocer a esta mujer. Pude constatar su belleza, que el pasar de los años fue modificando sin que el tiempo lograra borrar de su rostro la ensoñadora nobleza de su mirada, su presencia de mujer plena y lograda, el halo mágico que la envolvía desde su juventud. Se casó apenas el año pasado con Michel Legrand, un hombre como de su edad. Lo envidio sinceramente.
Me queda guardar en mi móvil algunas fotos suyas. Conseguir algunas de sus pelis y disfrutar de sus actuaciones. Amo a Macha Méril. Un amor platónico e imposible. Un amor de viejo, de admirador de viejas películas y de algunas mujeres inmortalizadas por ellas.
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