¿Nunca te ha pasado que estás tratando de dormir y sientes que no estás solo en tu habitación?, ¿Alguna vez has sentido que hay alguien en una esquina mirándote?, Es algo muy extraño, culparía a la paranoia y al instinto de supervivencia humano que nos hace temer a la oscuridad. Ahora imagínate mirar hacia esa esquina y ver a alguien, no los clásicos ojos rojos, sino una persona, con una sonrisa de oreja a oreja mientras te mira durmiendo, ¿cómo crees que reaccionarías?, ¿Te levantarías a tratar de defenderte? O ¿simplemente te quedarías paralizado pensando que es un sueño?
Estos pensamientos nunca habían asolado la mente de Daniel, de catorce años, él siempre estuvo acostumbrado a dormir solo y era muy seguro de sí mismo, hasta que su familia se vió obligada a vender su casa y comprar una en la otra esquina del país. La casa era muy cómoda y grande, el problema era su habitación. Desde el día en que entró allí sintió algo extraño, algo dentro de ese cuarto lo hacía sentirse incómodo y le quitaba el sueño. Hasta ahora simplemente había sido una incomodidad, pero todo estaba a punto de cambiar.
Era una noche lluviosa, Daniel trataba de dormir mientras observaba el techo y pensaba en el día transcurrido, de repente sintió que algo lo estaba mirando, ese miedo e incomodidad volvieron, esta vez no miró, simplemente se cubrió la cara con la sábana hasta lograr dormirse.
Eran las doce de la noche cuando despertó súbitamente, sin saber porqué, estaba aterrado y seguía sintiendo que lo miraban y quien sea que lo hacía estaba en la esquina detrás de él. Esta vez la curiosidad combatió su miedo y se atrevió a mirar hacia atrás. Allí había una persona, a primera impresión parecía un hombre vestido con harapos de vagabundo, pero su espalda tenía una pronunciada joroba y debajo de sus brazos parecía que otras extremidades más pequeña se escondían. Su cara era pálida casi como la de un muerto, sus ojos totalmente blancos y no tenía boca, por lo cual sus gigantescos colmillos estaban siempre mirando hacia afuera.
Él se fue acercando a mí, sentí mi cuerpo paralizado por el miedo mientras trataba de pensar que era un sueño, puso una mano en mi cuello y colocó su cabeza sobre la mía, lo que me hizo sentir algo viscoso sobre mi piel. Él rugió algo en mi oído mientras apretaba cada vez más mi garganta para después hundir sus dientes sobre mi cara.