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Preciso que este escrito no habla de filosofía ni de lógica ni de la obra de este genial y antipático (para mí) y estrambótico personaje, por algunos reverenciado y por otros ridimensionado.
Sólo de pasada, digamos a vuelo de pájaro, es interesante y curioso el comentario del grande Frege acerca de la vena poética del Tractatus, la obra maestra de Wittgenstein. “El Tractatus es más eficaz en el plano artístico que en el científico. Lo que ahí se dice es secundario respecto al modo en que se dice”.
El solo nombre, para no decir el apellido, de nuestro héroe produce una cierta impresión acústica: Ludwig, pronunciado en alemán, porque si lo extrapolamos a nuestra quijotesca lengua éste se desinfla en un modesto Luis, para precipitar al folcklore en el criollo Luchito.
En todo caso, Ludwig fue una persona genial, nacido en cuna de oro, y esto le facilitó las cosas, como a tantos personajes, en diversas ramas del saber y la cultura, que madre natura (muchas veces injustamente) dotó de un cerebro privilegiado y de oportunidades sociales, culturales y económicas para nada indiferentes; de modo que pudieron expresar, con amplia libertad, sus potencialidades, talentos y genialidades.
Recuerda Ludwig, y esto confirma lo anterior, que su primer recuerdo, en su cuna, fueron las cosquillas que le hacía Brahms con su barba. En la otra dimensión de la existencia, muchos bebés, al máximo, podrían recordar la cola de un gato o algún perrillo regalón. En el peor de los caso algún ratón o laucha nocturna que cruzó rauda por sus rostros en busca de algo que meter bajo los dientes.
Más tarde, Luis, frecuentó una exclusiva escuela técnica en Linz, donde por ironía de su destino tuvo como compañero clase un tal Adolf (Adolfito para su abuelita) Hitler, muchachito de cachetes rosados, que por toda su vida, vivió asistido por una fijación diabólica: la “solución final” del problema hebraico, y que él expuso con demencial lucidez en su libro del 1924, Mein Kampf (mi lucha; leer para creer).
Por su parte el coetáneo Wittgenstein, en su libro Tractatus, de publicación un poco precedente, no se quedó con chicas en proyectar su propia solución final, afortunadamente en este caso, del problema lógico, y se la creyó de haberla realizado. Pero esta es otra historia.
Aquí nos interesan, más bien, las curiosidades en la vida y leyenda del filósofo y pensador del lenguaje.
Ludwing pertenecía a una riquísima y aristocrática familia vienesa, y esto contribuyó a su leyenda. En esta particular familia ocurrían hechos singulares.
A su hermana Margaret el padre la hizo retratar, en un hermoso cuadro, nada menos que nada menos que por Klimt, como regalo para su matrimonio. Pasando así a la inmortalidad del arte.
Uno de sus hermanos, Paul, fue un famoso pianista que durante la guerra perdió su mano izquierda, y Ravel escribió para él: “Concierto para la mano izquierda”. Quedando así, por su parte, en la inmortalidad de la música.
Siguiendo con las curiosidades de Wittgenstein y su familia, nos encontramos con otro de sus hermanos, Hans, considerado un genio mozartiano, que ya a los cuatro años de edad componía y tocaba pianoforte y violín. A los veinte años escapó de su casa, y se disolvió en el misterio de la nada.
Otro hermano, Kurt, cuando la tropa que comandaba se negó a obedecerlo, se disparó un balazo en la sien.
Por su parte, su hermano Rudolf, cuando sospechó de ser homosexual, cómodamente sentado en un bar y después de haber pedido al pianista que tocara, por última vez, su canción preferida, se suicidó bebiendo una copa de cianuro.
Ludwing, durante una encendida discusión filosófica con Popper, perdió por completo el numen de la razón, y en un gesto de incontrolado histerismo y furia homicida, amenazó la cabeza del tranquilo Popper con un atizador del fuego, que por fortuna terminó por arrojar al piso y abandonó la poco dialéctica reunión.
Para concluir, otras dos del Luchito: cuando éste renunció a la herencia, en favor de sus hermanas, se dedicó a la enseñanza, durante quince años, en escuelas primarias o elementales de pequeños pueblitos de Austria. El hecho curioso es que a los niños les enseñaba, a puros palmetazos, las ecuaciones de segundo grado. Tanto así que a una niña la hizo sangrar. Por estas gracias era detestado por la gente del lugar.
Y ahora, concluyendo con el tema, que daría para muchísimo más, dejo una perla del famoso y diabólico Witt.
Como éste era un empedernido homosexual que se dedicaba, con esmero, a la caza de adolescentes, resultó que se enamoró perdidamente de uno de ellos, y cuando su amante lo abandonó, Ludwig quedó destruido, y cual inconsolable Magdaleno, confiesa en una de sus cartas a su maestro Russell, la perla en cuestión:
“Pinsent se ha llevado la mitad de mi vida. La otra mitad se la llevará el diablo”.

Texto agregado el 24-10-2015, y leído por 369 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
23-10-2016 Sabías que su compañerito Adolfito le decía encanecidamente a su padre que quería ser pintor. Bueno lo dice en Mi lucha. Marthalicia
23-10-2016 Me gustó leer tu texto. He leído a a Wittgenstein lo cual no quiere decir que lo conozca a fondo. Pero algunos aspectos de su pensamiento me parecen muy interesantes. No sabía nada de todo eso que cuentas sobre su familia y sobre él mismo. Marthalicia
11-01-2016 Colega: Me he dado una vuelta reposada por sus textos. Desde mi modesta óptica lo percibo como un escritor de valía, con el coraje de expresar abiertamente lo que piensa y lo que su fantasía le sugiere. Me apena constatar que otras personas, en forma gratuita y sin fundamento, no abrigan el mismo criterio y peor aún se regodean molestando a los participantes y en concreto a su persona. Lamentable. -ZEPOL
26-10-2015 Pareces una solterona ácida y copuchenta. Espero sabrás que has escrito un bodrio. No leer. poicare
 
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